Carlos Zanón (1966) se ha convertido en un clásico contemporáneo de la novela negra española a base de escribir muy bien. El sábado ganó el premio Novelpol en el marco del festival Granada Noir. Recuperamos la reseña de su novela, Yo fui Johnny Thunders para celebrar el premio.
LA BARCELONA REAL DE CARLOS ZANÓN
Hasta los diez años viví en la frontera de un barrio, Son Gotleu, en Palma, que tiene la estadística más trágica de la ciudad: en una calle hay 43 muertos por sobredosis y 3 licenciados universitarios. Todos nacidos a finales de los sesenta y principios de los setenta. Hoy en ese barrio conviven los pisos patera con los reductos de prostitutas nigerianas y sus chulos, una pléyade de magrebíes y pequeños traficantes que conviven con los restos del naufragio de una generación diezmada por la heroína. El antiguo barrio rojo al que volví muchas veces como reportero vota ahora masivamente al PP (hasta el 2015), el partido que promete que regulará los flujos migratorios. Los sujetos objeto de dicha regulación no votan, generalmente no tienen papeles.
Perdonad la confesión inicial pero tal vez sirva para matizar que entiendo perfectamente la increíble dificultad que tiene escribir una novela tan buena como Yo fui Johnny Thunders, de Carlos Zanón (RBA Libros) con un material tan sensible y duro como es esos perdedores devastados por la heroína, los supervivientes de un sueño que debería habérselos llevados por delante pero que, incomprensiblemente, no lo hizo. Siempre hay alguien con esa puta buena mala suerte.
La novela de Zanón no es muy buena, es superior. Es uno de esos libros tocados por la varita mágica que te hacen llorar y te hacen sonreír. Reír no. Nunca. Esta es una novela de desgraciados. Como mucho sonreír. Llorar sí, muchas veces, sobre todo en esas cinco magníficas páginas finales que deberían ponerse obligatoriamente en las escuelas de escritura de todo el mundo. Cuando los aprendices de mago sean capaces de escribir media línea igual de buena que la peor de esta novela se habrán graduado con nota.
¿Qué nos cuenta Yo fui Johnny Thunders? Nos cuenta la vida. Y eso es lo que importa. La vida de Francis, Mr Frankie, un chaval del barrio de Horta-Guinardó enamorado de la música y del rock que llegó a ser muy bueno. Montó bandas, medio triunfó, grabo discos, vendió los equipos de música de sus bandas para inyectarse un nuevo pico de heroína. Incomprensiblemente sobrevivió. Vuelve al barrio, casi cincuentón, a casa de su padre. Necesita conseguir dinero para pagar las pensiones de sus hijos, atrasadas hace mucho tiempo. Hay un juicio o una sombra de juicio o una amenaza de juicio, y luego están los cadáveres: todos los chicos y chicas muertos en el barrio más todos aquellos a los que él contribuyó a matar, el primer pico, la escala del dolor, la muerte.
Todos esos fantasmas que se conjugan en su cabeza. También está Marisol, una media hermana con un cuerpo como arma y como castigo. Y los secundarios de lujo: don Damián, mafioso propietario de un bingo que se encama con Marisol y que huele la traición, Xavi, el matón ambicioso, Dalmau, otro cadáver con patas y esquizofrenia, Liz, que huele a humilde y pobre y a todas las cosas buenas de una tarde entre semana al sol, Paco, el padre, que es todo lo contrario, pobreza, soledad y perversión de piso húmedo de barrio obrero… y luego está Barcelona, la real, la de verdad, la que no sale en las novelas negras a no ser que sean de Carlos Zanón, esa Barcelona en la que habita el grueso de la población, esa Barcelona que es la Barcelona real, con sus supermercados con gente esperando a que saquen los productos a punto de caducar, y con sus pisos pequeños, mal ventilados, humildes, que sirvieron para acallar conciencias y derribar barracas. Carlos Zanón ha construido una novela de perdedores. Es decir, una inmensa novela de gente que, a pesar de todo, quiere vivir. A ritmo de rock and roll.
SEBASTIÀ BENNASAR
Yo fui Johnny Thunders
Carlos Zanón
RBA Libros
Barcelona, 2014