La novela negra portuguesa es uno de esos grandes tesoros ocultos. No estamos hablando de un botín de grandes cantidades de doblones de oro o de piezas de a ocho capaces de motivar la imaginación de cualquier moderno filibustero obsesionado por la cantidad de piezas recobradas en el pecio descubierto, sino de esas joyas literarias buscadas con el afán de quien se consagra a la caza y captura de la esmeralda perfecta. El proceso de ocultación tiene mucho que ver, desde la perspectiva hispánica, con el discurso tradicional de menosprecio hacia el país vecino, un país capaz de colocar a candidatos al premio Nobel cada año y de seducir a los lectores de medio mundo con sus propuestas literarias, como testimonian los nombres de José Luis Peixoto, Walter Hugo Mãe, João Tordo, Dulce Maria Cardoso o Gonzalo M. Tavares entre los más jóvenes, y la santísima trinidad formada por Saramago, Cardoso Pires y Lobo Antunes entre los seniors, amén de los africanos Mia Couto y José Eduardo Agualusa entre los asimilados de la literatura africana, pero con un proceso de recepción muy escaso en España. La inmensa mayoría tienen pocas o ninguna traducción al español y en cambio cosechan los mayores galardones literarios franceses y centroeuropeos, amén de una pléyade de lectores en el mundo entero.

Pues bien, la novela negra portuguesa padece en España de un doble proceso de ocultación: en primer lugar el ya comentado de la escasa recepción de la literatura lusa; en segundo lugar el propio proceso de menosprecio hacia la literatura de género que se encuentran sus autores en el propio Portugal: aún hoy en día la literatura negra (lo mismo que la histórica y la casi inexistente erótica) se considera una subliteratura por parte de editores, críticos literarios y sobre todo por la academia, a pesar de que se han detectado algunos cambios en los últimos tiempos.

Pero no siempre ha sido así. Eça de Queiroz y Ramalho Ortigão trajeron de cabeza a los lectores del Diario de Noticias cuando en 1870 publicaron en su primera versión O Misteiro da Estrada de Sintra (la definitiva en libro seria en 1884) en sus páginas. Otro clásico como Camilo Castelo Branco publicó el monumental Os Misterios de Lisboa en 1854, título que recordaba y de alguna manera emulaba al clásico de Eugéne Sue, Les Mystères de París publicado sólo doce años antes. Es decir, la literatura portuguesa se había incorporado con total normalidad y rapidez a las propuestas de la literatura policíaca surgida a mediados del siglo XIX.
De todas maneras, los avatares históricos –los 48 años de dictadura entre 1926 y 1974- comportaron un atraso notable en la evolución del género en Portugal. En este proceso las similitudes son notables con el caso Español: dos dictaduras que intentan crear la imagen de seguridad en el territorio nacional y que, por tanto, prohíben o relegan la publicación de novelas negras (cuyo componente social era lo que realmente molestaba a ambas dictaduras) y condenan a los autores y editores a iniciar el camino del seudónimo en el primer caso y la ambientación de las historias normalmente en escenarios no nacionales. En este sentido cabe destacar entre los autores portugueses la figura de Dick Haskins (cuyo nombre real es Antonio de Andradre Albuquerque), que inicio su trayectoria en 1959, publicó más de 20 novelas negras y además ejerció como director literario y editor de todo tipo de colecciones y que obtuvo un notable reconocimiento internacional. Otros autores destacables son Dinis Machado (Denis Mc Shade); António Damião o Roussado Pinto (Ross Pynn).
Claro que el género en Lusitánia había tenido sus momentos de gloria. En los años 20 se consolidaron las parodias de las obras de tipo anglosajón de Reinaldo Ferrerira, conocido como el Repórter X. Mientras tanto, el escritor portugués más conocido de todos los tiempos, Fernando Pessoa, gran lector de novela policiaca, creaba los cuentos protagonizados por el singular detective Quaresma, que no se publicaron hasta el 2008, pero que acompañaron al escritor desde la época de su prosa inglesa hasta el final de sus días en 1935.
La llegada de la revolución de 1974 y de la consecuente democracia podría haber traído una cierta normalidad a la literatura de género portuguesa, pero en aquellos momentos se consideraba como una literatura poco seria, poco profunda y de evasión y por tanto pasó también a ser poco considerada por los sectores intelectuales más de izquierdas, que abogaron por una literatura más aferrada a la realidad inmediata de la sociedad portuguesa y que intentaron promover la novelización de la resistencia contra la dictadura y la novelización de la brutalidad de la guerra colonial además de dedicar numerosos esfuerzos a la edición de ensayos de orientación marxista-leninista que en muchos casos habían sido prohibidos y a la traducción de los grandes libros de la literatura universal que también habían sido prohibidos o censurados. A la novela negra le tocaba esperar.
LOS AÑOS OCHENTA
En los años ochenta empieza un ligero atisbo de normalidad. El hecho más destacable es que los escritores sólo hacen esporádicas incursiones en el género como la que realizó José Cardoso Pires –uno de los grandes nombres de la literatura portuguesa- en 1982 con Balada da Praia dos Cães, una novela ambientada en los años 60 que muestra a la perfección el clima de opresión de la sociedad salazarista y cuyo argumento es una alegoría del asesinato real del general Humberto Delgado, el gran opositor interno al régimen, liquidado en Villanueva del Fresno (Extremadura) en 1965. Cardoso Pires ya había experimentado algunos recursos de la literatura policial con anterioridad en O Delfim. Pero no debemos leer la novela de Cardoso Pires como un intento de normalizar el género negro en Portugal, sino como lo que es, la herramienta que más perfectamente le permite indagar sobre la propia historia portuguesa.
Es en este campo en el que tenemos que enmarcar otras obras puntuales de escritores portugueses de reconocido prestigio que utilizaron fórmulas y estructuras rayanas en la novela negra para desarrollar sus ficciones de interrogación sobre la reciente historia portuguesa. Y así, y tal como explica Briones (2007: 267-280) debemos destacar O rio triste de Fernando Namora (1986); Square Tolstói, de Nuno Bragança (1981); Adéus, princesa, de Clara Pinto Correia (1985) e incluso Eugenia e Silvina, de Agustina Bessa Luis, publicada en 1987.
En paralelo hay que destacar que existen otros creadores con objetivos más prosaicos. La obra más paradigmática y de mayor éxito popular de la década es la Cronica dos bons malandros, de Mário Zambujal, publicada en 1980 y con más de 35 ediciones hasta el momento e incluso una película (muy mala) de 1984. En español no se ha traducido, pero si en catalán (Crònica dels bons trinxerarires, Alrevés). El libro entronca con la tradición de la narrativa picaresca y nos presenta a una banda de ladrones extremadamente desgraciada a la que le han encargado, a través de un contacto internacional, un gran atraco. La novela se centrará en cada uno de los componentes de esta singular banda y con ellos podremos radiografiar el Portugal contemporáneo.
Hasta finales de la década no nos encontraremos con un creador de los que, decididamente, apuestan por el género negro, intentando aportar la pátina de normalidad a la literatura portuguesa. Es el caso de Francisco José Viegas, nacido en 1962, que en 1989 publica Crime em Ponta Delgada y abre una serie protagonizada por el inspector Jaime Ramos. El mismo año es también cuando se inicia la producción de Ana Teresa Pereira, aunque su corpus lo asimilemos más a la tradición de la novela enigma y a la hibridación y al juego con referentes cinematográficos. El precedente de ambos podría haberlo establecido en 1987, el poeta, editor y periodista Orlando Neves que también se dio a conocer en el género, llegando a publicar cuatro novelas negras. Hasta el momento todo habían sido incursiones sin continuidad, como la de Maria Estela Guedes en 1984 y la de otros autores que en esta década se animaron a intentar escribir novela negra gracias a la convocatoria del premio que otorgaba la editorial Caminho. Son escritores como Modesto Navarro, Maria do Céu Carvalho o Ana Nobre de Gusmão que hicieron incursiones puntuales en este género motivados por la convocatoria.
En este sentido la escritora Felipa Melo, artífice de la renovación en el nuevo mileno explica (Melo: 2005: 112) que
Tengo la convicción de que, sobre todo cuando se la compara con la de otros países europeos, no existe una escuela o corriente original de literatura policíaca oriunda de Portugal. Únicamente existen ejemplos de obras o de autores que, de forma singular, adoptan el género o sus subgéneros a partir de modelos extranjeros o como soporte para el desarrollo de un estilo literario particular.
Así pues, la novela negra portuguesa se basa, como hemos visto, más bien un conjunto de aportaciones individuales, en muchas ocasiones de una sola obra, y no como en otras literaturas de un grupo de autores nutrido que persevera en el género (con las excepciones de Viegas y Pereira antes comentadas). Y esta tendencia se mantendrá también en el nuevo milenio.
LOS PUNTOS DE INFLEXIÓN CONTEMPORÁNEOS
A mi entender tenemos dos puntos de inflexión que marcarán nuevos caminos, posibilidades y perspectivas para la novela negra europea, todas ellas procedentes de las incursiones puntuales pero de extrema calidad realizadas por escritores portugueses. Son las esmeraldas de las que hablábamos al principio del texto.
El primero lo marca la aparición de Este é o meu corpo, de Filipa Melo, en 2001. Nacida en Angola en 1972 forma parte de la misma generación de los autores jóvenes portugueses que ahora están causando furor en todo el mundo (y que incomprensiblemente no se han consolidado en España). Este e o meu corpo era su primera novela y obtuvo el premio Revelación de la Feria del Libro de 2001, así que una novela negra conseguía uno de los premios más prestigiosos de la literatura portuguesa y abría el camino para apartar del aura de literatura menor al género negro, un camino en el que todavía tendrá que trabajarse mucho.
La novela de Melo narra una autopsia a un cuerpo desconocido acabado de encontrar desollado cerca de un río en una ciudad de provincias y que sirve como analogía del propio Portugal contemporáneo. Melo cosechó un notable éxito de ventas y las críticas fueron unánimes en Portugal (en España, cuando el libro apareció en 2004, no hubo esa unanimidad) y para nuestros intereses lo que debe remarcarse es que su libro abrió perspectivas nuevas sobre la calidad de la literatura de género y acabó con algunos preconceptos: de repente los lectores en Portugal leían masivamente una novela negra escrita originalmente en portugués, de una escritora joven, y con críticas favorables que se leían en blogs, en prensa diaria e incluso en las publicaciones de tipo universitario.
El segundo gran punto de inflexión es el marcado por Antonio Lobo Antunes en 2007 cuando publicó O meu nome é legiao. El internamiento en el género negro de uno de los grandes –Lobo Antunes ha sido candidato al premio Nobel en múltiples ocasiones- no se producía desde hacía 25 años y en esta ocasión la novela no sirvió para rendir cuentas con el pasado, sino para internarse en la realidad y en el presente más lacerante del Portugal contemporáneo. En esta obra seguimos a ocho delincuentes de un barrio deprimido de Lisboa (inciso, de cada vez son más) y de Gusmão, el policía que les persigue. El punto de vista de la narración es el informe policial, pero donde se mezclan, como no podía ser de ninguna otra manera tratándose de una obra de Lobo Antunes, las hazañas de los delincuentes, cargadas de crueldad y violencia, con los sentimientos, los comentarios y los monólogos interiores que son uno de los rasgos definitorios de la literatura de Lobo Antunes. Estamos ante una indagación en el infierno del desamor, del desarraigo y de la soledad extrema que entusiasmó a lectores y a crítica. Una novela negra extraordinaria, que rompe con todos los esquemas del género y que se nutre de los grandes recursos narrativos para abrirnos nuevas posibilidades, nuevas opciones.
Entre medias nos quedan buenas propuestas, sólidas e interesantes que han llegado los últimos años: Pedro García Rosado; José Prata y sobretodo las novelas de Fernando Sobral –muy recomendable su L.Ville, de 2012- y O Bairro da Estrela Polar, de Francisco Moita Flores, otro gran éxito con película y serie de televisión basada en esta novela de 2012 que nos explica también la historia de una banda marginal en un barrio del extrarradio de Lisboa. El camino abierto por Lobo Antunes empezaba a dar fruto con obras más cercanas a la ortodoxia canónica.
Sea como sea, y a modo de conclusión, podemos afirmar que la novela negra en Portugal, a pesar de los esfuerzos y de la popularización de su consumo en versión nacional y también en versión traducida, aún es un género repudiado en muchos ámbitos: está desprestigiado desde el punto de vista académico; faltan colecciones, una apuesta editorial y una mayor visibilidad para los títulos que se publican, y sobretodo falta que los autores que hacen incursiones puntuales apuesten definitivamente por la novela negra y tengan una continuidad en su trayectoria.
Ahora bien, quedémonos con la parte positiva. En los últimos tiempos se está hablando mucho sobre la crisis de la novela negra, sobre el encasillamiento de sus modelos y sus maneras de hacer. Creo sinceramente que los autores portugueses de los últimos 15 años –igual que sus congéneres de los años 80- han propuesto soluciones narrativas imaginativas, muy interesantes y de mezcla e hibridación de géneros que podrían abrir nuevos caminos siempre y cuando la recepción de las obras fuese la correcta, sin el prejuicio de la superioridad y con la mente abierta a dejarse arrollar por una literatura de extrema calidad. Su lectura es imprescindible si queremos que el género negro tenga nuevos modelos en los que indagar. Son la rara esmeralda del tesoro más preciado: la originalidad.
BIBLIOGRAFÍA
-BRIONES, A.I (2007). “Género policial e contragénero. Tópicos do Romancde policial na narrativa portuguesa dos anos oitenta como via de reflexão histórica”. Revista de Fiolología Românica 15, pp 267-280.
-MELO, Filipa (2005). “En el lugar del muerto (la novela negra portuguesa)”. En Primer encuentro europeo de novela negra. D.Barba (ed) pp 111-117. Barcelona: Planeta.
-PINHEIRO SILVA CARDOSO MENDES, M.do Carmo (2011). “Las novelas negras de Ana Teresa Pereira”. En Género negro para el siglo XXI. J.Sánchez Zapatero y À.Martín Escribà (eds), pp 113-122, Barcelona: Laertes