Lo bueno de actividades como La Setmana del Llibre en Català (de 4 al 13 de septiembre en pleno centro de Barcelona) es que se celebran actos de todo tipo, incluso una tarde negra en la que participaron los escritores Lluís Bosch (último ganador del premio Agustí Vehí con Besòs Mar); Rafa Melero (del que se puede leer en castellano su La penitencia del álfil, editada por Alrevés que también ha publicado la versión catalana); Damià del Clot, (Una novel·la pulp, publicada por LLibres del Delicte) y Miquel Aguirre (Els morts no parlen, LLibres del Delicte). Se reunieron bajo el epígrafe de nuevas voces del crimen en catalán y los problemas que expusieron, mucho más allá de circunscribirse a la literatura catalana, se pueden aplicar en general a la novela negra española. Todos fueron moderados por la periodista Marta Esparza.

Melero, que de profesión es Mosso d’Esquadra (policía autonómica catalana) y que ha investigado grandes homicidios, explicó que “escribimos para que la gente se lo pase bien”, mientras que Bosch, profesor de primaria, fue el más incisivo en la detección de problemas: “para escribir se tiene que estar muy abierto y atento. La literatura se alimenta de literatura y para poder escribir detrás del autor tiene que haber muchas lecturas. Al escritor de novela negra todavía se le mira de una determinada manera y lo que deberíamos hacer es demostrar que podemos escribir porque hemos leído”. Del Clot, flamante acalde de Vilassar y abogado de profesión, explicó que “la verdadera literatura negra es la de los atestados policiales y los informes de fiscalía” mientras que Aguirre explicó que “la novela negra, aunque sea en ámbitos más rurales como la mía, tiene que mostrar los efectos devastadores de la sociedad contemporánea, en este caso la crisis”.
Precisamente el debate sobre la realidad social y sus reivindicaciones -largo y complejo en el mundo de la novela negra- tuvo su principal detractor en Melero: “yo soy un autor que me alejo de ese punto de realidad social porque lo que pretendo es reivindicar la literatura más de personajes y ver el papel de las víctimas”, mientras que sus compañeros de mesa sí que incidieron en ese papel imprescindible en la novela negra de nuestros tiempos.
Pero la reflexión más interesante, como ya es habitual en sus intervenciones públicas, la puso Lluís Bosch: “el problema que tenemos es el de los lectores. En estos momentos parece que hay más escritores y editores o aspirantes a serlo que lectores y esta es la clave que explica los pésimos resultados provocados por la crisis, no hemos invertido en crear lectores, en potenciarlos y en aumentar su número, ni en catalán ni en castellano y este es el drama principal y la pieza que falla en la ecuación. Si los escritores leen más y mejor seran mejores y si aumentamos el número de lectores, y el debate sobre cómo hacerlo sería muy largo, tendremos un futuro algo mejor”.
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