
No dejo de darle vueltas. El día que el niño judío alemán Siegfried Mier fue liberado del campo de exterminio de Mauthausen, y adoptado por el español Saturnino Navazo, el fotógrafo catalán retrataba con la Leica de los SS la entrada de los americanos, un legado visual fundamental para la historia de la humanidad.
La historia de Francesc Boix es extraordinaria. No lo es menos de la Mier. Boix, apresado por republicano, hijo de un sastre del Poble Sec de Barcelona y fotógrafo de oficio, fue empleado en Mauthausen en el servicio de fotografía. Los nazis documentaban cada aspecto del campo y Boix aprovechó la confianza para ir guardando fotogramas de los carretes que revelaba. Encontró la complicidad de la austríaca Anna Pointner que vivía a poca distancia de las murallas del horror, ya que Boix podía salir de vez en cuando del campo para trabajar en una empresa. Esas imágenes acabaron siendo fundamentales para culpar a los oficiales nazis en el juicio de Núremberg. RBA acaba de editar ‘El fotógrafo del horror’ de Benito Bermejo que da fe de los crueles métodos de los nazis.

La historia de Boix, internado en Mauthausen de 1941 a 1945, es conocida y ha sido objeto de diversos documentales como ‘Un fotógrafo en el infierno’ dirigido por Llorenç Soler. Siegfried Mier, mucho menos célebre, protagoniza ‘Después de la niebla’ del realizador mallorquín Luis Ortas.

Mier sobrevivió de los siete a los nueve años al exterminio de Auschwitz. Vio morir a su madre y desaparecer a su padre. Con el retroceso del ejército alemán en Polonia, Mier fue enviado en los trenes de la muerte de Auschwitz al campo de Mauthausen. Ahí se enfrentó a unos oficiales alemanes en el momento de tener que cortarse el pelo. Uno de ellos, con un perro Doberman adiestrado para morder en los testículos, en vez de reprimir mortalmente su comportamiento decidió enviarle al pabellón de los republicanos españoles. Vistieron a Mier de bombero. Saturnino Navazo, ex futbolista y en cierta manera al frente del pabellón, se encargó de Mier. Llegó la liberación y Saturnino y el niño Mier se instalaron en un pueblo francés, cerca de Toulouse. Aprendió a vivir en libertad bajo la tutela de Saturnino. Mier se realizó como cantante y se mudó a París, donde intimó con Georges Moustaki, quien le convencerá para que escriba las memorias ‘Après le brouillard’, título del documental de Ortas. Cambiaron las modas y con 35 años, en 1967, la carrera como cantante se acabó y se fue a Eivissa donde empezó una fructífera etapa de empresario turístico.
“Mi destino es un guiño a la vida, una revancha contra los alemanes que intentaron matarme”, explica Mier en el documental. La pequeña pensión de deportado permite subsistir en la actualidad a Mier, después de perder la fortuna que había conseguido como restaurador. Ahora tiene 81 años y prepara una exposición de esculturas llenas de símbolos, en Eivissa.
Mier, que en la liberación de Mauthausen en 1945 era un niño, no habla de Boix porque no debió reconocer al fotógrafo. La coincidencia de estos dos supervivientes provoca un escalofrío, es la historia del holocausto contada en primera persona. Se ha escrito y filmado tanto sobre el exterminio nazi que, a veces, podemos tener la sensación de no comprender lo que sucedió en toda su magnitud y entrar en una especie de inmunidad al dolor y el horror. Siegfried Mier, por su edad temprana en Mauthausen y Auchswitch, representa uno de los últimos supervivientes de esa maldita historia.
Carles Domènec