EL MAESTRO NO SE HABÍA MARCHADO

Julián Ibáñez (Santander, 1940) es hoy por hoy uno de los raros tesoros ocultos de la novela negra española. Considerado por muchos como el mejor escritor del género, su trayectoria no ha gozado jamás de los grandes reconocimientos. Ibáñez continúa siendo un escritor poco conocido pero extraordinariamente bien valorado por sus fans. Por eso es una magnífica noticia que la editorial Cuadernos del Laberinto haya empezado a publicar la serie que este cántabro afincado en la cercanias de Toledo le dedica a un personaje singular, un auténtico buscavidas, llamado Bellón. La novela en cuestión es Todas las mujeres son peligrosas y es la segunda que le publica la editorial en su colección Estrella Negra, que dirige Carlos Augusto Casas.

En esta ocasión Bellón está trabajando ocasionalmente los fines de semana como encargado de seguridad en un prostibulo al que sólo se accede con invitación y en el que las partidas de cartas son tan importantes como los trabajos bucales que hacen las chicas arrodilladas bajo la mesa. Hasta aquí nada nuevo, la sordidez habitual de Ibáñez, capaz de crear una enorme capa de miseria con un sólo parrafo. Pasa que Bellón ya no es tan joven y le gusta marujear escuchando la radio y no oye como golpean a una de las chicas y el cliente se marcha tan tranquilo, incluso hablándole. A partir de aquí, herido en el honor propio y sin un puta euro que llevarse al bolsillo puesto que la pifia implica despido, Bellón se convierte en un perro de presa que busca a ese cliente de forma desesperada.

Hasta aquí lo que se puede explicar de la trama (adictiva, dura, con constantes giros de guión). Pero como sucede siempre en las novelas de Julián Ibáñez, la trama es lo de menos. Lo que es importante es la manera en cómo alguien puede escribir tan endiabladamente bien, cómo puede construir un personaje tan miserable como Bellón con el que no nos queda más remedio que empatizar y cómo puede convertir en adictiva su prosa. Es por todo ello que Julián Ibáñez es un maestro del género. Me entusiasma la manera miserable de buscarse los pocos billetes que puede ponerse en el bolsillo, la relación con las tragaperras, el uso de la frase “pedí de beber” y la colección de locales singulares que aparecen en el libro, empezándo por un canódromo y siguiendo por un muestrario de bares de mala muerte… todo a medio camino entre Móstoles y Madrid, pero los que no salen en las novelas.

Destaca nuevamente el uso poderoso de la primera persona y la construcción por acumulación, primero despaciosa, luego totalmente desbocada. Los seguimientos son reales, las persecuciones posibles, la trama verosímil (el final un poco menos, pero aceptable) y uno acaba con la sensación de estar leyendo una novela que podría pasar de verdad. Mucho más real, mucho más normal y mucho más miserable que lo que nos cae en las manos habitualmente. Una novela de uno de los grandes.

SEBASTIÀ BENNASAR

 

Todas las mujeres son peligrosas

Julián Ibáñez

Cuadernos del laberinto

Febrero 2015