Editoriales independientes, micromecenazgo y premios literarios

Este pasado fin de semana se dieron a conocer los ganadores del premio Novelpol a la mejor novela negra de 2016 y el premio que otorga el festival atlántico de género negro a la novela que cumple la misma condición. Los premios han sido para “Lo que nos queda de la muerte” de Jordi Ledesma (Alrevés) y “Manguis”, de Paco Gómez Escribano (Erein) en el caso del Novelpol y para Maldita verdad, de Empar Fernández (Versátil). En el caso de los dos primeros, recogerán el galardón en el transcurso de la semana negra de Gijón, mientras que Fernández se llevó los 3.000 euros del premio para casa.

Empar Fernández recibiendo el galardón

A parte de recordar que seria muy interesante que la iniciativa del festival tinerfeño se extendiera -es decir, que los premios a obra publicada tuvieran dotación económica- al resto de premios semejantes, puesto que esto contribuiría a intentar ayudar a la profesionalización de los autores de novela negra cuyo aval es el reconocimiento de sus propios compañeros de profesión-, hay que destacar que los tres galardones han sido para editoriales independientes con un catálogo muy sólido que en los últimos años han contribuido de forma esencial a desarrollar el nuevo género negro espàñol. Lo advertía Gómez Escribano, uno de los galardonados: los tres premios honran a tres editoriales que están haciendo muy bien su trabajo en un ámbito concreto y especializado.

También sería interesante que se extendiera la moda de los festivales franceses, en donde los autores cobran por su intervención, puesto que se considera que esa charla, o mesa redonda, o cualquiero tipo de intervención, forma parte del trabajo profesional del autor y, por tanto, debe estar remunerado. Así, los complementos a la actividad literaria pura y dura, esto es, la escritura, permiten al autor la supervivencia y tener la sensación que su trabajo es considerado y reconocido.

Precisamente me parece que estamos muy faltos de consideración y de reconocimiento cuando en la misma semana que se han conocido los premios, hemos podido ver que Mariano Sánchez Soler, uno de los grandes escritores de la segunda generación de novela negra española, está lanzando una campaña de micromecenazgo para poder publicar su nuevo libro, El pintor ciego. Me parece absurdo que cualquier editorial no se esté matando por publicar un libro nuevo de Mariano, pero ya se sabe que el hombre no es ninguna presentadora de televisión con sobredosis de Agatha Christie creyéndose que lo escribe se acerca en algo a lo que inventaron Hammett, Chandler, Cain, Mc Coy y compañía. La situación muestra qué mal está el panorama y hasta que punto somos unos desmemoriados para con nuestros escritores, para los que picaron la piedra más dura cuando la novela negra dejó de estar de moda y ellos permanecieron fieles al género.

Claro que las cosas no pueden ir bien en un país donde la corrupción da votos (o por lo menos no penaliza lo suficiente) y donde la democracia participativa sólo sirve para llenarse la boca de tanto en tanto: sigue habiendo un montón de premios literarios que no permiten su presentación on-line, en un claro ejemplo de discriminación de los autores pobres que no pueden costearse las fotocopias y envío de los cinco ejemplares reclamados (para que se hagan una idea, de una novela de 150 páginas la cosa cuesta alrededor de 70 euros). Digo yo que las entidades privadas pueden hacer lo que les plazca, pero que las públicas deberían fomentar la participación y el acceso en igualdad de condiciones ahora que las nuevas tecnologías lo permiten. Porque si no, tal vez nos perdemos grandes libros ante la imposibilidad de presentarse y sobretodo, porque 70 euros en fotocopias y correos siguen siendo una barrera que mantiene un sistema de castas. Son el primer filtro. Son la castración de un sueño.