JUANJO BRAULIO O LA BELLEZA DE LA MALDAD

Voy a empezar con una advertencia para los lectores: desde hace un tiempo considero que la novela negra que se produce en el País Valencià tanto en catalán como en castellano ha realizado algunos de los mejores aportes al género negro de los últimos años. Si en catalán la tradición arranca con un Ferran Torrent que sigue en un momento literario especialmente dulce, los renovadores han aparecido en los últimos tiempos con nombres como Juli Alandes, Xavier Aliaga, Josep Lluís Roig, Esperança Camps, Núria Cadenes, Emili Piera, Silvestre Vilaplana y otros. En castellano, la irrupción de Chirbes con su inevitable Crematorio no debe ocultar el trabajo dilatado en el tiempo de un senior como Mariano Sánchez Soler y luego la eclosión de una barbaridad de nombres como Roberto Palomar, Jordi Juan, Rafa Calatayud, Vicente Marcos, Joaquin Camps, Santiago Álvarez, Bernardo Carrión, Jordi Llobregat, Vicente Garrido, Manuel Gimeno… todos estos nombres han hecho propuestas interesantes, arriesgadas y que han contribuido a abrir caminos posibles.

Es en esta eclosión brutal de la novela negra en esta zona geográfica en la que tenemos que enmarcar la figura de Juanjo Braulio, autor de Sucios y malvados (Ediciones B, febrero de 2017), un interesantísimo thriller de poco más de 630 páginas que está acaparando un notable interés de la crítica especializada. Motivos no le faltan. Braulio (Valencia, 1972) ha decidido exhibir todo su músculo narrativo y ha cuajado una obra demoledora, con múltiples tramas, personajes excelentemente construidos y una bestialidad de recursos y técnicas que convierten a Sucios y malvados en un libro muy especial, de los que se hablará a lo largo del tiempo.

Creo que no le chafaremos a nadie la gaita si explicamos que la novela se ambienta principalmente en una Valencia hivernal -una ciudad que puede ser muy cruda cuando su luz especial se pierde para convertirse en un gris parduzco cargado de humedad que se clava en los huesos- y que en ella se van trenzando una serie de tramas que tienen como epicentro a cuatro personajes principales, las dones de cadira que se reúnen ocasionalmente en un convento de la ciudad para ejercer su particular justicia y a un grupo de prostitutas que erigen su particular capilla a una patrona en un edificio a medio hacer, símbolo de esa crisis que se ha cebado especialmente en Valencia.

A partir de aquí se suceden una serie de muertes que la policía Roma Besalduch -segunda del equipo de homicidos, en la que al jefe le quedan unos meses para la jubilación- deberá investigar con su equipo. Besalduch, madre soltera dependiente a su vez de su madre -una antigua comunista de las de manual- está acompañada de buenos personajes secundarios y se merece que Braulio le conceda más aventuras.

Pero en esta ocasión los “buenos” de la película están desdibujados en comparación a esos cuatro personajes brutales que són las dones de cadira y muy especialmente la Tía Sol. Juro que habria matado por habermela inventado yo mismo. Pero si la tía Sol es absolutamente envidiable (y todos los personajes que se mueven a su alrededor), la escritura de Braulio lo es mucho más. Capaz de unir monólogos musicales, conversaciones fragmentadas, alternancias de voces narrativas y de focalizaciones, Sucios y malvados se erige en un gran monumento a la belleza literaria en el que además se enredan acentos varios del castellano, un profundo conocimiento y un gran amor a Valencia, una ansia de destripar todo lo que como periodista debe callar y una voluntad de transcendencia que convierten este libro en una joya que todo el mundo debería leer.

Lo he dicho antes: la renovación del género negro en español proviene en gran medida de Valencia y Juanjo Braulio no hace más que confirmar que el camino adecuado es el de la excelencia literaria. Leerle es un placer. Y un tormento. El de la envidia, que nunca fue sana.

SEBASTIÀ BENNASAR

Sucios y malvados

Juanjo Braulio

Ediciones B

Febrero de 2017

634 páginas