
Nos encontramos con Carlos Zanón (Barcelona, 1966) en las Conversaciones literarias de Formentor, en el norte de la isla de Mallorca, dedicadas en esta edición a las relaciones entre la historia de la literatura y la maldad y la perfidia. Es un rincón del Mediterráneo que parece pertenecer al pasado, un vergel que acaricia por un lado el mar y por el otro se inclina en forma de acantilados. Es un paraíso de otro tiempo, un lugar perfecto para discutir sobre alta literatura donde, en esta edición, la novela negra se ha encarnado en las figuras de Ricardo Piglia, Justo Navarro o Zanón, último Premio Hammet en Gijón con ‘Yo fui Johnny Thunders‘. El autor publicará el próximo 9 de octubre un libro de relatos titulado ‘Marley estaba muerto’ (RBA).
¿Qué influencia tiene la poesía en su obra narrativa?
Los valores que me importan en la poesía los he llevado a la narrativa. Me interesan la intensidad, el impacto del instante, la poesía que trata lo que sienten los personajes, el lenguaje metafórico, el juego con imágenes. Lo que me importa en poesía también lo busco en narrativa. Trato de no perder el nervio de la novela sin renunciar a la intensidad. La poesía es elusiva, la narración también lo puede ser.
En unas conversaciones literarias donde el tema central es el mal debería sentirse como pez en el agua.
En realidad me siento como un marciano. Todos son más malvados que yo. Esta bien porque es una forma de salir y estar con otros escritores al mismo nivel. La novela negra es, en el fondo, un género muy conservador, suele plantear que la maldad está en el sistema o en los otros. Siempre hay un justiciero, heredado del western, que es el investigador o el policía, y que lo salvaguarda todo. El sistema se salva porque hay gente honrada. No es el caso de mi novela negra que, en cierto modo, no tiene investigador. Yo juego con la violencia como oportunidad para no ser invisible.
En su ponencia trataba la violencia que se detiene por el sustrato cultural y social.
Sin ese sustrato sería la ley del más fuerte, la ley de la naturaleza. Se puede aplicar a personas, lenguas, pueblos. Con mi charla lo que quería decir es que no olvidemos que la violencia se para por una construcción social y cultural, que es muy frágil.
Su última novela, ‘Yo fui Johnny Thunders’, ha llegado a la sexta edición.
Era tan personal que pensaba que no gustaría a nadie. Ya me habían asegurado que me la publicaban porque la anterior había ido bien y decidí hacer lo que quería. Por una extraña razón conectó con mucha gente. Fue una sorpresa.
Y está a punto de publicar otro libro.
Es un libro de cuentos de Navidad. Tiene un espíritu de novela. Hay un argumento que conecta los distintos cuentos. Me gusta el formato. Habla de mi universo. Hay fantasmas y violencia. Se titula ‘Marley estaba muerto’ que es el principio de “Un cuento de Navidad’ de Dickens.
Víctor del Árbol acaba de recibir el Prix Littéraire Policière. ¿Tiene sentido y solución que sea un autor más conocido en Francia que en España?
Primero deberíamos pensar si es necesario encontrar una solución.
Al revés no me lo imagino: un escritor francés más conocido en España.
Es curioso. He estado en Francia y Víctor del Árbol es considerado un autor muy importante. Quizás la temática y la forma de escribir conecte mejor con los lectores franceses.

Él reivindica la novela negra de gran calidad. ¿Los escritores de novela negra se olvidan a veces de la ambición de escribir buenas novelas?
Cuando un modelo se pone de moda, mucha gente pone el ciclostil. Hace diez años, una novela sobre la investigación de un crimen no interesaba a los editores. Ahora sí porque hay un mercado. Lo importante de un autor es la lucha con uno mismo. Nesbo o Don Winslow son autores ambiciosos. Lo importante es sorprender al lector, avanzarse a él. Lo que hemos conseguido con la novela negra es crear unos lectores que saben diferenciar. En Francia hay lectores que han leído novela negra desde hace 30 o 40 años.
Le emparentan a veces con Vázquez Montalbán. ¿Tiene eso que ver con el retrato de la contra Barcelona, en su caso de los barrios de Horta y el Guinardó?
En estilos no veo una similitud. En la mirada, probablemente hay un punto del querer explicar el aquí y el ahora, y escoger los temas que en cada momento son importantes. Mi Barcelona es la de los barrios. Él juega con el imaginario de la Barcelona canalla. Yo, de eso, me he retirado. Hablo de mi barrio. Recuerdo que mis abuelas se ponían guapas cuando querían ir al centro de Barcelona, como si fuera otra ciudad. Creo que, puestos a poner referencias, estoy más cerca de Marsé que de Montalbán, con esa idea de ver lo que sucede en Barcelona y tú estás un poco fuera.
Ha protagonizado una polémica por un escrito sobre el exceso de festivales. ¿Qué criterios debe tener un festival de novela negra para que tenga sentido?
Fue un artículo con toda la mala intención del mundo. Daba caña a los autores porque siempre dicen que sí a todo. Es fantástico que existan muchos festivales. Con lo que cuesta montar un festival, no costaría tanto hacerlo bien. No puede ser que si tienes tres autoras montes una mesa sobre las mujeres y la novela negra. Es algo demasiado machista. Ya que existe un mercado, mejor hacer un paso más allá. A veces nos ponen en mesas redondas con autores que no tienen nada que ver. Acaban siendo tres monólogos. Pido algo más de profesionalidad para no tener la sensación de perder el tiempo.
Carles Domènec (Formentor, Mallorca)