Para una revista como Bearn es un lujo contar con un colaborador como LAURENTINO VÉLEZ. Hoy nos acerca a la figura de Edmundo Díaz Conde en esta magnífica entrevista
LAURENTINO VÉLEZ.
-Hasta la fecha te habías hecho conocer como autor de novela histórica inspirada en la Europa del Barroco. ¿Por qué el paso al género negro y sobre todo, ese salto al Chicago de los años 20 como contexto ficcional?
-Quizá porque me gusta afrontar cada proyecto como un desafío; incluso como una sucesión de desafíos. El primero de ellos siempre es el mismo: lograr la atención emocionada del lector. El segundo: que el género y la época me estimulen. Y me parecía que los años 20 y esa atmósfera violenta armonizaban bien con el carácter feminista y pasional que me apetecía conferirle a un relato de amor y violencia. He aquí otro pequeño desafío: darle una vuelta de tuerca al género situando una intriga en los años en que nace un género, de origen, muy machista, por así decir.
-Tu novela, “El hombre que amó a Eve Paradise”, tiene su punto de partida en la España del sur. ¿Querías quizás romper con algunos tópicos contextuales del género negro, siempre configurados en la Sicilia pobre y atrasada y en los guetos de la inmigración italiana?
-En efecto, mi aspiración era romper con algunos tópicos del negro y aprovechar otros. Nada de Italia. El suculento tema de la emigración invisible, protagonizada por compatriotas nuestros hace algo más de un siglo, me ofrecía la posibilidad de trasladar a españoles al corazón geográfico del hampa y de la Ley Seca. No podía desaprovecharla, puesto que el germen de la novela parte de ahí, de lo que un día, hace años, me contó Esperanza, aquella deliciosa malagueña nieta de un emigrante que partió en el SS Orteric rumbo a Hawai y, por tanto, a un horizonte más esperanzado, que no fue tal.
-El periplo inmigrante de tus personajes es duro y escabroso, ¿tu objetivo era también romper con el ilusionismo de la “conquista de las Américas”?
-A menudo, en mi caso, al menos, los giros de la intriga y la evolución de los personajes resultan tan absorbentes que los grandes objetivos temáticos (no me refiero al tema, sino a los objetivos que esconde) se relegan a un segundo plano. No los tengo muy presentes, salvo cuando alguien, como en tu caso, me los pone de relieve. Diré sólo que nuestra emigración ha sido y es, por definición, dolorosa, llena de heridas, de cicatrices mal curadas, de perdedores cuya memoria ha sido maltratada. Los españoles somos de memoria ingrata en lo que se refiere a los nuestros.
-Algunos de tus personajes son víctimas de la injusticia, la enfermedad y la mala suerte, profundamente heridos, movidos por el desamor y la vergüenza ante su propia cobardía. ¿Los anti-héroes y los perdedores son los que le dan fuerza a la buena literatura?
-Sería cómodo decir que sí; como sería cómodo suscribir que la buena literatura no se hace con buenos sentimientos; pero digamos esto otro, que no es muy diferente: digamos que, como lectores, en la página, al otro lado del mundo real, en el universo de la ficción lo que amamos son personajes profundamente humanos. Criaturas heridas, de acuerdo, como todos, pero que nos revelen la verdad del corazón, aquello que a menudo callamos por miedo, o por vergüenza, o porque es políticamente incorrecto. Recurramos a la ficción más popular: nos inclinamos por Darth Vader y no por Yoda, sencillamente porque Vader es más humano, se parece más a nosotros.
Eve Paradise, tu gran protagonista, es una estrella del cine mudo en horas bajas. Imagino que, como autor de novela histórica, te manejas bien con la historia del cine y que debiste de indagar mucho en ese periodo del celuloide. ¿Si bien, si no es mucho revelar, me llama la curiosidad de saber qué fue exactamente lo que la inspiró?
-La labor de documentación fue exhaustiva y escalonada. Y el cine mudo, exactamente en 1928, año en que principalmente se desarrolla la intriga, estaba agonizando en beneficio del cine sonoro. Es una época fascinante. La inspiración y modelos de Eve Paradise provienen de los cuatro puntos cardinales: físicamente, tiene algunos rasgos de Greta Garbo, su sangre y orígenes y fragilidad beben de Rita Hayworth, y su coraje y fortaleza no dejan de ser un pequeño homenaje a aquellas maravillosas mujeres que levantaron la industria del cine mudo, las pioneras del séptimo arte que luego han sido injustamente olvidadas cuando los hombres descubrieron el filón del cine y tomaron su relevo. Mujeres que eran a la vez guionistas, productoras, directoras y lo que hiciera falta, como Frances Marion, Dorothy Farnum, Mona Donaldson o Lillian Ducey
-Por el aspecto contextual de tu novela, imagino que tú también has sido un devorador de cine negro norteamericano. ¿Qué clásicos te marcaron más?
-En realidad, films que están en la mente de cualquier aficionado al género y que nos remiten a los clásicos de Hammett y Chandler, como “El halcón maltés” o “El sueño eterno” o “La dama del lago”. Habría tantas y tantas que citar… “Perdición”, “Sed de mal” y, por supuesto, la “Laura” de Preminger. “Retorno al pasado”, con un gran Robert Mitchum, que está fantástico también en “La noche del cazador”. El suspense de todo Hitchcock. Películas procesales, como “Anatomía de un asesinato”. Por supuesto, “El crepúsculo de los dioses” de Wilder, o tres jóvenes clásicos como “Una historia de violencia” y “Promesas del Este” de Cronenberg, o “L.A. Confidencial”. Sin dejar de lado las mudas, no específicamente negras, como “Amanecer”, de Murnau, y no puedo olvidarme de “El viento” dirigida por Victor Seastrom, película de 1928, precisamente, y que tiene una importancia crucial en la intriga de la novela.
-Al hilo de la enorme importancia que ha tenido el “Noir” de los años 30 y 40 en la gran pantalla, no faltan voces criticas que arguyen que algunos autores que tratan ese periodo imitan demasiado las estructuras narrativas de aquellas películas y que a veces sus obras se parecen más a guiones cinematográficos que a la literatura. ¿Te ha ocurrido verte impregnado por ese tic?
-Me parece que, para ser justos, tu interesante pregunta debería responderla un lector de la novela. Por supuesto, las tentaciones y los riesgos están ahí. Por otra parte, es cierto también que la novela después del cine ha ganado en concentración temática y argumental sin embargo, yo he sido y sigo siendo muy lector de novelas clásicas y de géneros diversos; ni siquiera he tenido especial predilección por el género negro. Ojalá esto haya sido una ventaja a la hora de afrontar este reto.
-¿Te fue difícil configurar literariamente los aspectos simbólicos y estéticos de ese Chicago de los años 20?
-Fue un trabajo minucioso y esquemático. De estudio y dosificación. Desde luego, no todo lo que aprendes por el camino es susceptible de ser utilizado. Utilizas un parte. Todo en función de la intriga y subordinado a las necesidades de los personajes. La ventaja es que el Chicago de la época está muy bien estudiado; la desventaja era que, precisamente por ello, había que procurar no recaer en el estereotipo, en lo muy manido, en lo ya cien veces visto y leído. No he pretendido rehuir las dificultades descriptivas, pero, a veces, he preferido sugerir más que abrumar con datos o detalles.
-Eve Paradise es una “Femme fatale”, ¿no tenías miedo de volver a viejos estereotipos del género negro que llevan décadas cuestionados, en especial por la siempre puntillosa crítica y teoría literaria feminista?
-Me gusta mucho tu pregunta. Se me ocurre esta respuesta: ¿Lo es? ¿Es Eve Paradise una “femme fatale”, en realidad? Y otra vez pienso en el lector que se enfrenta a la novela, que le da su voto de confianza, y entonces, a ese lector, no puedo decirle más que esto: Eve Paradise es una estrella rutilante del cine de la época, con todo lo que ello significa. Es fuerte y frágil; es valiente y tal vez no tanto; es joven, pero mayor para la industria que la ha hecho rica y famosa. A esa crítica a que haces referencia no puedo temerla porque si algo no dudo en decir es que ésta no es una novela negra, digamos, machista: una contradicción en sus términos tratándose de una intriga negra situada en el Chicago de los años locos.
-Todos los hombres que la han amado, tienen un fin trágico y violento. ¿Eve Paradise está entonces envuelta en el mito de Eros y Tanatos, del deseo y de la muerte, en suma, es un personaje freudiano?
-Sin la menor duda. Además, ella es la primera víctima del mito, puesto que se ve emocional y profesionalmente afectada por las consecuencias de esos horribles y truculentos crímenes. Crímenes que siguen patrones comunes y son llevados a cabo por un serial killer. Freud es un prestigioso espectro que planea sobre las páginas de la intriga, como la hipnosis terapéutica que el mismo utilizaba y que todavía rinde tantos frutos y sigue siendo objeto de tanto interés. No olvidemos que los propios científicos han reconocido, merced a los resultados de los escáneres, que nuestra capacidad cognitiva se ve del todo afectada en estado de suspensión hipnótica.
-Por lo que veo también, en tu novela no solo está presente el sexo pasional, sino también el culto a la juventud. ¿Qué querías, hablar del lado insufrible de la vejez y de tener perder la batalla frente al tiempo?
-Definitivamente, sí. Eve Paradise se acuesta con chicos jóvenes; es decir, mantiene relaciones “indecentes” para la época, no sólo porque le atraen físicamente, sino porque tiene la obsesión de la juventud. En su caso, dicha obsesión no sólo hace referencia a la cuestión del envejecimiento físico, sino del envejecimiento moral, aquello que tiene que ver con perder la pureza original, la esperanza, el optimismo, la ternura, la calidez de los años jóvenes, a menudo, o en ocasiones, añorada por cualquiera que deteste mentirse. Eve Paradise opina que la vejez no siempre equivale a sabiduría, sino a cansancio, que en la vida no se sube, sino que se baja. Una visión tal vez poco optimista, pero no exenta de coraje.
-La trama juega mucho con el tema de la amnesia. ¿El pasado es siempre el elemento que despeja el enigma de nuestras contradicciones y oscuridades?
-Estamos hechos de memoria. Nuestro yo es un compendio de recuerdos, una ficción de derecho. ¿Qué somos, en realidad? El producto de lo que gozamos y sufrimos; esto es un lugar común. Demos otro paso: el producto de lo que recordamos. Nuestro yo es muy engañoso; por otra parte. Por eso la hipnosis no siempre da la pauta correcta: porque mentimos. En el fondo, el yo y la literatura están íntimamente relacionados: viven de la memoria y mienten para contar verdades. Porque, ¿cuántas veces no hemos escuchado que estamos reinventando continuamente el pasado, un pasado que, en realidad, no fue cómo nosotros lo evocamos…?
-¿Por qué esa centralidad de la magia y la farsa, hay algo que te fascine especialmente en ese universo?
-La magia y/o el ilusionismo, combinados con los locos años 20 tienen, para mi gusto, un encanto al que no he sabido ni querido resistirme. Y yo, Laurentino, busco desesperadamente el encanto como quien busca una fórmula secreta, para enamorar al lector. Por otra parte, la magia, en su sentido más trascendente, y también en el más lúdico, es sugerente por sí misma. La magia es un juego esperanzador y atractivo, como una buena página literaria, como un cuento bien contado. Y, ¿a quién no le gusta jugar? ¿Cómo no iba a fascinarme? Mucho más si pienso en la hipnosis y en la realidad de los trances hipnóticos, y en la diferencia entre los mandatos intrahipnóticos (aquellos que han de cumplirse en estado de trance), y posthipnóticos (los que han de cumplirse una vez despierto el hipnotizado).
–La figura del asesino en serie es central en tu novela. Las tramas negras y policiales juegan mucho con ella, yo diría que en exceso, pero por qué es? ¿Porque tienen más arrastre comercial?
-Bueno, resulta verosímil pensar que nos atrae el lado oscuro, tenebroso. Ese gracias al cual todas las religiones, oficiales y no oficiales, se han fortalecido a lo largo de la historia de la civilización. De todos modos, he aquí otro reto con el que me encontré de camino: buscar una perspectiva lo suficientemente estimulante, un modo de contar la intriga que involucrase de lleno al lector y convirtiera en cómplice sin que le resultase muy visto o leído.
-El recuerdo del personaje de Jack El Destripador planea mucho por la novela, qué es lo que atrae de ese icono literario de los crímenes en serie?
-Su brutalidad implacable, la subordinación que demuestra a su destino, su entrega al horror. No dejemos de lado que mientras diseñaba la intriga me encontré con John Frank Hickey, “el Asesino de la Postal”, un criminal que inició su carrera de crímenes en 1883, cinco años antes que el Destripador; así pues, me interesaba mucho que el lector tuviera continuamente la referencia brutal y inhumana del serial killer más famoso de la historia, cuando, en realidad, el primer asesino en serie reconocido y sobre el cual se trazó el primer perfil psicológico fue Hickey.
-Las víctimas mueren bajo unas condiciones estrambóticas. Sin embargo, al leerte, una de las cosas que agradecí de tu novela, es que no jugases morbosamente con la estética de lo sangriento, muy propio de la novela negra y policial más barata e insustancial…
-Ese no era el asunto; quiero decir, no había el menor desafío o interés en llenar de sangre las páginas, ni siquiera de autopsias o disecciones forenses, aunque las haya. La emoción y la curiosidad, la empatía de los lectores debía responder a otras causas. Ni mejores ni peores; simplemente distintas. Desde luego, lo que no deseaba es que el lector corriera y corriera hasta la extenuación. Nunca deseé que llegase a la última página, por así decir, con la lengua fuera y sin saber por qué había corrido tanto ni adónde había llegado.
-Aunque el universo del gansterismo planea constantemente en el ambiente de la trama, veo que también las típicas escenas de violencia callejera con metralletas y cuerpos acribillados son bastantes anecdóticas. ¿También quisiste romper tópicos narrativos y contextuales respecto al Chicago de los años 20?
-Es que era necesario. Sin ello, me hubiera salido una novela de perfiles norteamericanos pero tratándose de un autor español y con sesenta u ochenta años de retraso. Así pues, la pregunta era: ¿qué clase de novela negra puedo hacer que aproveche rasgos canónicos del género, beba de diferentes fuentes, trate el erotismo sin pudor pero con encanto, resulte literaria pero ágil, y que suscite la curiosidad del lector sin que éste crea haber leído algo similar? El reto, pues, era muy delicado y difícil de superar. Veremos lo que opinan los lectores.
-El “amarillismo” periodístico juega un papel fundamental en el desarrollo de la trama. A mi el tema pareció de una asombrosa actualidad. ¿Los medios de comunicación han perdido toda ética respecto al tratamiento informativo de las desapariciones y los crímenes?
-Gracias por la pregunta, Laurentino. En gran medida el “amarillismo” nació en esa época, y tiene connotaciones tan norteamericanas como mercantilistas. El filisteísmo que caracteriza a esa prensa, la falta de escrúpulos están representados en la novela por Jake Lingle, un gacetillero que existió realmente (como todo lo relacionado con el hampa y con Chicago que figura en la novela) y que tenía vínculos muy directos con Al Capone. En la novela, la dudosa moralidad de ese modo de hacer periodismo se pone profundamente de relieve; han transcurrido casi noventa años, y por desgracia, sabemos que la evolución en el terreno moral se mide en centurias y no en generaciones. Hoy ese tipo de información nos satura y avergüenza más que antes porque se juega mucho más dinero ahí que en el pasado.
-Una de las cosas que también llamaron mi atención, fue el lado relativamente secundario de los entresijos de la investigación. ¿Eres de los que piensan que los protocolos son menos relevantes que el mensaje de la trama?
-Era cuestión de dosificar. No obstante, la novela gira en torno a la investigación de cinco crímenes truculentos y cometidos por un serial killer. Ésta es la columna vertebral de la historia, el cauce por el que discurre la intriga; es decir, lo que permite que fluya y la vuelve ágil. Pero no significa que sea lo más importante. A menudo me gusta preguntar a los lectores lo siguiente: “¿Descubrir quién es el asesino es lo que más te importa?” Casi siempre responden que no. Habría que preguntarse por qué. Y aquí el autor hace mutis por el foro.
-¿Los entramados de los juicios populares son menos aburridos para el lector que la investigación policial?
-No necesariamente. Lo que sucede es que los juicios, con los interrogatorios a los testigos caracterizados por la agilidad y la concisión, al ir directamente al grano captan en seguida nuestra atención, en lugar de dispersarla. En nuestro caso, el juicio en virtud del cual se juzga al presunto asesino (y que se celebra unos meses después de la investigación pura y dura) me permitía el doble juego de avanzar, confirmar o refutar las investigaciones que se van sucediendo. Y eso, si el planteamiento tiene éxito, permite que el lector, por sí mismo, investigue, confirme o refute las sospechas y las pruebas que se van sucediendo.
-Veo que lo que realmente sustancia la trama no es la locura, ni la obsesión sino la lealtad… ¿ Para ti es un valor esencial en las relaciones humanas?
-Es hermoso eso que dices, y también muy cierto. La lealtad desempeña un papel de primera categoría, para mi gusto. Me resulta muy atractiva; me gusta, me inclino ante ella. En mis novelas, los personajes se mueven como creo que nos movemos todos en la vida: entre polos opuestos, deseando buscar el medio en donde, según los clásicos, residía la virtud. Pero nuestras búsquedas nos exponen, una y otra vez, a la pasión y al rechazo, al amor y al odio, al éxtasis y al tedio, al barullo y al silencio, al infierno y al paraíso. Creo, además, que visitando los extremos, se comprenden mejor los puntos intermedios.
-¿La verdadera valentía consiste en superar tus propios miedos?
En efecto. El purgatorio y el infierno están en la tierra de los miedos. Y ahí es donde todos, de un modo u otro, creo yo, residimos y nos movemos. Y como no hay valiente sin miedo, nuestro horizonte me parece que es siempre el valor. El valor es lo que nos hace grandes, nos permite resistir y crecer y hasta subsistir como especie. El miedo y el valor, las dos caras de la misma moneda, tienen una presencia protagonista en EL HOMBRE QUE AMÓ A EVE PARADISE.
-Lo que revela la novela es hasta dónde es capaz un ser humano de sacrificarse por amor. ¿Eso significa que los sentimientos son lo único de lo que nunca somos verdaderamente dueños?
-Creo que nuestro universo emocional es infinitamente más rico e incomprensible que nuestro universo intelectual; diría más, el universo emocional de las mujeres es, grosso modo, en términos muy generales, más rico que el de los hombres. Dicho esto, las emociones nos constituyen y nos dominan, por supuesto, y también condicionan nuestro mundo intelectual. ¿Dueños, nosotros, de algo? Voy a dudarlo. Además, el hombre, creo, es un pésimo propietario de cualquier cosa. Tiende al abuso.
-¿Un buen escritor de género negro es el que, cómo lo haces tú, se muestra capaz de convertir al propio lector en un investigador, hacerle manejar todas las hipótesis y acabar finalmente desconcertándole?
-Yo no sé si lo logré; pero me gusta tu planteamiento. Hay que subrayar, incluso, que el género negro, con sus pertinentes subgéneros, tiene la virtud de enfatizar la importancia de la intriga y del enigma. Al final, podría decirse que no hay buena historia, digámoslo crudamente, “historia que enganche” sin que su autor haya aprendido los trucos del negro.
-Una nueva novela es siempre una nueva experiencia y relación con la escritura y los personajes. ¿Que has extraído de Eva Paradise?
He confirmado, quizá no por primera vez, qué grato es aportarle al lector aquello de lo que el cine y la televisión son incapaces. Me explico. Los autores hemos aprendido de los medios audiovisuales. Hemos ganado, por ejemplo, en agilidad y concentración; sin embargo, ¿qué puede aportar la palabra escrita de especial?: la versatilidad. La palabra escrita puede ser más rápida que la imagen, pero también más explicativa. Se puede matar en una sola frase a un personaje; el medio audiovisual necesita una composición más larga. Por otro lado, la palabra puede explicar causas y efectos (psicológicos, por ejemplo, con relación a los pensamientos de un personaje); en una película, hay que ver al personaje, casi necesariamente, actuar, o nos aburrimos.
-¿Cómo has vivido el Premio Ateneo de Sevilla, como un galardón a una novela concreta o como el reconocimiento a una trayectoria?
-En absoluto como reconocimiento a una trayectoria, sino como un viento cálido y afortunado que sopló a mi favor porque sí, azarosamente. Como una primera y última vez. Al fin, como siempre se dice, cada obra que se escribe es la primera porque en ella ponemos el corazón y su resultado es siempre incierto.
-¿Tu próxima novela también va a ser de género negro o cambiarás de registro?
Me permitirás esta vez ser ortodoxamente gallego: lo será y no lo será. Es una historia ubicada en el siglo XIX. Buscaremos, si la suerte nos acompaña, pasión, siempre pasión. Porque, como preguntaban los griegos clásicos a los deudos de los difuntos, de cuerpo presente: “¿Tuvo pasión?” Y eso era suficiente.
-Última pregunta obligada en un clima como el actual, atestado de autores, ¿el género negro vive un verdadero boom o se está convirtiendo en la crónica de una muerte anunciada?
El tiempo dirá. Los géneros narrativos, a corto y medio plazo, no mueren. Se revitalizan o pierden fuelle dependiendo de causas editoriales, azarosas, coyunturales. Las del negro están a la vista: tal vez no tuviera el empuje que tiene sin los éxitos escandinavos. También parece obvio que las burbujas (no sólo la inmobiliaria) están para ser pinchadas. La novela histórica gozó de una popularidad extrema hace unos años, y aunque ahora haya decaído un poco, eso no significa que no goce de un nicho de lectores envidiable.