Los dos últimos premios de novela negra en catalán, la influencia de Rafael Chirbes y un montón de buenos autores en español y en catalán han convertido a Valencia en el laboratorio de experimentación de la nueva novela negra. Apuntamos algunas claves y nombres.
El pasado mes de enero, Silvestre Vilaplana (Alcoi, 1969) se hizo con el premio Memorial Agustí Vehi, vila de Tiana, que se otorga en el marco del festival Tiana Negra. Pocos días después, Núria Cadenes, hizo lo propio con el premio Crims de Tinta. La escritora catalana afincada en Valencia se llevaba el premio grande del género negro en lengua catalana y su obra aparece esta semana. La de Vilaplana se publicará en septiembre en la colección Crims.cat.
La aparición de estas dos nuevas voces para el género negro se suma a la revolución que está viviendo el género negro en Valencia tanto en catalán como en castellano. El caso de Cadenes es similar al de Esperança Camps, actual consejera de Cultura del Gobierno Balear. La menorquina estuvo más de veinte años afincada en Valencia, donde trabajó como periodista de Canal 9 y se ha sumado este año 2015 a la novela negra con un debut bestial: La cara B de Llibres del Delicte. Pero es que además hay que añadirle a la nomina nombres como los de Xavier Aliaga, Juli Alandes, Emili Piera, Anna Moner, Josep Lluís Roig o Andrea Robles, todos ellos en activo en los últimos años y que han tomado el relevo al clásico Ferran Torrent. Sus obras son renovadoras y tienen un punto de humor irreverente en algunos casos. Bucean en casos de corrupción urbanística -cómo no- y en dramas sociales como la transformación de la huerta valenciana por la industria del cemento, sin descuidar la presencia de la extrema derecha. Y a pesar de escribir en catalán, su referencia principal sigue siendo Rafael Chirbes y muy especialmente su Crematorio.
Y es que la obra de Chirbes, con toda su complejidad literaria y con su crudeza absoluta, es la gran referencia en este territorio que sedujo, antes que al hormigón, a todo un hombre negro: Chester Himes, que paso sus últimos tiempos en Moraira y que está enterrado en el cementerio de Benissa. Luego, cemento a manos llenas en el Sur y en el Norte, desde Benidorm a Marina d’Or, a pesar de las múltiples advertencias de la Unión Europea, y un montón de buenos escritores además de un festival literario, Valencia Negra, que se ha consolidado como una cita de refencia, el epicentro de un seísmo que ha dado, como mínimo, otras jornadas: Benicarló Negre, Negre com la Trufa en Morella, Sagunto Negro, una jornada en Ontinyent…
Toda esta revolución levantina tiene nombres propios como los de Ramón Palomar, periodista y escritor, autor de la reconocida 60 kilos; Jordi Juan, que ganó el premio Ciudad de Getafe de novela negra con Ángulo muerto, Santiago Álvarez y Jordi Llobregat, los directores e impulsores de Valencia Negra, con La ciudad de la memoria y El secreto de Vesalio, respectivamente; la interesantísima incursión en el género de Rafa Calatayud con su La vida te matará; Vicente Marco, Pablo Sebastià, Manuel Gimeno o Javier García Martìnez entre otros, por no hablar del precedente de Robert Juan Cantavella y su Eldorado, una obra de periodismo punk interesenatísma, ambientada en Marina d’Or.
Y luego, claro, está el maestro: Mariano Sánchez Soler, el hombre orquesta que lo ha hecho todo en el género: periodismo de investigación, novela negra, negrísima, ensayos sobre el género, crónica de la transición y alma absoluta de las jornadas de Mayo Negro que se celebran cada año en Alicante. Sin ninguna duda, Chirbes es importante, pero Mariano Sánchez Soler es el pilar fundamental del género negro en Valencia. Y uno de los cuatro grandes vivos en España: Juan Madrid, Andreu Martín, Julián Ibáñez y él. Sea como sea, toda una literatura negra para descubrir. Y en dos lenguas.
SEBASTIÀ BENNASAR