Bajan las aguas revueltas en el proceloso mar del género negro. Advierten los críticos y los autores que hay dos sobreexcesos que pueden acabar con la gallina de los huevos de oro: el thriller y el procedural, que muchas veces caminan de la mano. Ambos forman parte de la gran familia de la novela criminal, aunque podemos tener thrillers de otros géneros. Algunos incluso se convierten en best-sellers, aunque en su fuero interno sean todos los que aspiren a la máxima categoria de ventas. Como mínimo se han escrito para tal cosa. Y bajo estos propósitos incluso hay algunos muy honrados, como Los asesinos ocultos, de Robert Wilson, original del 2006 que vio la luz en la serie negra de RBA en 2007 (pleistoceno inferior en esto de la vida de los libros).
Wilson es un escritor envidiable por varias cosas, entre ellas por esa magnífica novela que es Sólo una muerte en Lisboa, además de por el acierto inigualable de vivir en una casita en el Portugal rural dedicado a escribir. Así cualquiera. Wilson es conocido en España sobretodo por su serie dedicada a Javier Falcón, inspector de policía en Sevilla, de la que esta novela es la tercera entrega.
En Los assinos ocultos se nos situa en junio de 2006 en Sevilla. Una bomba explota en un bloque de edificios de casas baratas. Lo que ocurre es que en el sótano había una mezquita, hecho que complicará notablemente la investigación, puesto que hay varias hipótesis: un enfrentamiento entre musulmanes de diferentes facciones; un accidente de un comando integrista en la manipulación de una bomba; un enfrentamiento entre religiones con católicos persiguiendo a musulmanes. La investigación recae en la brigada de homicidos de Falcón, pero también están implicados el CNI, los grupos antiterroristas de la Guardia Civil y más o menos todo el mundo que pueda aportar pistas a la investigación.
A partir de aquí, la historia se divide en numerosas tramas y subtramas: el juez instructor es acusado del asesinato de su mujer y retirado del caso; tenemos implicaciones políticas y mercado inmobiliario; el pasado del propio inspector y sus relaciones internacionales; y un sinfín de pequeños detalles que van aportando nuevas informaciones a través de un poliedro de focalizaciones que convierten el libro en un constructo muy interesante que va matizando cada una de las historias.
Luego está el talento natural de Wilson para la descripción. Sus apuntes del natural, su dominio de los colores y olores, la creación de atmosferas y sensaciones. Y la terrorífica cantidad de información que desliza en una novela que indaga en como el horror y el terror nos afecta como civilización. Si cogemos todos los buenos elementos y rebajamos nuestras expectativas sobre la ingeniería narrativa, tendremos un thriller honrado, inquietante y profundamente interesante, que puede leerse a la perfección -incluso mejor tal vez- diez años después.
SEBASTIÀ BENNASAR.
Los asesinos ocultos
Robert Wilson
RBA, Barcelona, 2007
Traducción de Damián Alou.