Nuestro colaborador LAURENTINO VÉLEZ vuelve a las páginas de Bearn Black, en esta ocasión con una reseña del nuevo libro de Toni Hill. Le agradecemos una vez más su colaboración y os dejamos con su reseña
Escritor, traductor y asesor editorial, Toni Hill es un autor cuya lograda trayectoria literaria se ha revelado tributaria de un personaje carismático, el Inspector Héctor Salgado, protagonista de una bien acogida trilogía que supo dosificar y finiquitar de forma sosegada, no rebasando esas líneas rojas detrás de las que moran los vicios del autoplagio. A ese respecto, no cabe duda que ha demostrado brindar un interesante giro copernicano con su última novela, Los ángeles de hielo, ( Grijalbo, 2016). Esto dando vida a nuevos perfiles y en base a la articulación de una trama con renovadas configuraciones simbólicas, representacionales y contextuales.
- El Archiduque Francisco Fernando de Austria acaba de ser asesinado en Sarajevo y los vientos de guerra envuelven Europa. Lejos de allí, Mario Guerrero, un joven acusado de anarquismo, está a punto de ser pasado por el garrote vil en una prisión de Barcelona, tras ser condenado por el asesinato de Clarisa Marivé, una joven de la alta burguesía barcelonesa con la que había mantenido una relación idílica y que aparecerá muerta en la cama después de una relación sexual en una sórdida pensión de los bajos fondos. Singularidad, el cadáver es encontrado inserto en un repugnante simbolismo ornitológico. Mario defiende su inocencia hasta el final y sin otro apoyo que el consuelo que le proporciona un sacerdote, el padre Robí. En el patio de ejecuciones se hallan los padres de la víctima y a unos metros de ellos, una extraña mujer de negro riguroso a la que nadie conoce y sobre cuya presencia se interrogan el propio condenado y su sacerdote. Una vez llegada la hora final, desaparece de repente como un fantasma. El padre Robí comprende que aquella silueta no era otra que la cara de la muerte, la misma que les está merodeando.
Dos años después y cuando Europa está ya inmersa en el primer gran conflicto contemporáneo, Frederic Mayol, un psiquiatra vienés de origen español por parte paterna y vinculado a los círculos freudianos, se instala en Barcelona. Crecido en el seno de una familia burguesa en decadencia económica y él mismo lisiado de por vida en un brazo durante su alistamiento en el frente de Belgrado, Frederic necesita un empleo. Consigue ser contratado como médico en una institución para enfermos mentales y bajo la dirección del Doctor Sebastián Freixas. Liberal y republicano, Freixas se manifiesta como un profesional de ideas avanzadas y humanistas en el campo de la psiquiatría. La sintonía entre los dos profesionales es inmediata, al unirles la pasión por todos los debates intelectuales que recorren Europa en torno a la ciencia médica. En paralelo, inicia una relación amorosa con Blanca, una chica procedente de la alta burguesía catalana, independiente, de carácter extrovertido y mentalidad avanzada para su tiempo y medio social.
El sanatorio alberga la particularidad de alzarse en el mismo emplazamiento en el que unos años antes había reinado un internado para señoritas de clase alta y caracterizado por el espíritu abierto y renovador de su directora, la señorita Águeda. Sin embargo, una tragedia se ha abatido sobre el colegio hace unos años. El lado misterioso de la trama se agudiza al haber sido la propia Clarisa Marivé alumna de ese establecimiento y en el que va jugar también un papel central el personaje de Graciela, una adolescente de comportamientos diabólicos. El sosiego que esperaba encontrar Frederic Mayol con su nuevo trabajo y la relación con Blanca, no va a ser tal. La dama de negro vuelve a rodearles y una historia estremecedora de muertes provistas del mismo simbolismo que la primera acabará envolviéndoles.
A través de Frederic Mayol, el autor describe los traumas de una generación de varones psicológica y anímicamente marcada por el primer gran conflicto de destrucción masiva que va a conocer la humanidad. Al igual que en su anterior y exitosa obra, Los amantes de Hiroshima, Hill vuelve también a plasmar por medio de sus personajes su pasión por las obras maestras de la literatura, rindiendo en este caso homenaje a Dante y Charlotte Bronttë. La historia intelectual del primer tercio del siglo XX también planea por la novela, sobre todo a través de la aparición epistolar de figuras como Anna Freud.
La trama nos pasea por la Cataluña costera, así como por la floreciente Barcelona modernista favorecida por el formal “neutralismo”ante la “Grande Guerre”, aunque también por una ciudad repleta de contrastes y testigo de la brutalidad de las diferencias sociales y de la propia lucha de clases. Esto, en el contexto político e histórico del régimen de la Restauración, la dualidad ideológica entre francófilos y germanófilos y el panorama de una burguesía catalana enriquecida a raíz de la coyuntura internacional. Tampoco faltan pinceladas sobre el advenimiento del periodismo moderno en la ciudad condal, simbolizado por la emblemática calle Pelayo y la sacerdotal figura del rotativo La Vanguardia. Aunque sin ser un tema central, Hill instruye también la renovación pedagógica y el lugar de la mujer en el sistema educativo español, sobre todo a través del tufillo “feminista” de algunos personajes y que reflejan los tímidos cambios sociales y culturales de principios de siglo.
Si la novela no es, como lo reconoce el propio Hill, de género histórico, ni se guía en absoluto por las reglas narrativas de éste, sí exterioriza a través de la cotidianidad de sus personajes la realidad de toda una época en metamorfosis. En ese sentido, no puede negársele el mérito de abordar un contexto poco explorado por la literatura actual, muy a pesar de que se trate de un periodo en el que se determinaron los grandes clivajes políticos, sociales, ideológicos y mentales de la trágica España del siglo XX.
Hill juega con una prosa suave, ligera y coherente a lo largo de toda la obra, evitando tumbos estilísticos susceptibles de zarandear el ritmo de lectura y combinando el intimismo del relato en primera persona con la voz de un narrador externo. Una primera cualidad a señalar es la soltura narrativa de la novela. Es conocido que formas de prosa poco arriesgadas, pero virtuosamente pulcras y cuidadas, pueden garantizar la paciencia del lector por dilatada que sea la historia y que, en cambio, escrituras en exceso ambiciosas y ornamentadas por exageradas acrobacias retóricas, pueden arruinar la suerte de una obra por grande y singular que sea el valor de la trama. Escritor que siempre ha pisado sobre terreno seguro, Hill parece haber elegido la primera opción.
Novela gótica con celo por evitar la morbosidad con la que juega mucha de la literatura de quiosko que impera en este género, “Los ángeles de hielo” destila la dialéctica entre la Razón y las tinieblas del obscurantismo y la superchería, entre el empirismo de la realidad y los misterios de lo intangible, entre los agujeros negros y delirios de nuestra mente y las dudas de nuestra alma. Pero sobre todo y ante todo, nos recuerda el peso del rencor en nuestras conductas, así como la parte tenebrosa de nosotros mismos y esa maldad reprimida y moradora de nuestro subconsciente y en la que siempre nos aterroriza reconocernos.
LAURENTINO VÉLEZ-PELLIGRINI