JOSÉ LUIS MUÑOZ: EL CAZADOR PERFECTO

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Cuando David Lynch y Mark Frost se inventaron Twin Peaks y revolucionaron la televisión -y también, por que no decirlo, inauguraron una nueva posibilidad narrativa que cambió los modelos marcando un punto de inflexión que tal vez aún no hemos superado-, José Luis Muñoz ya llevaba ocho libros publicados, convirtiéndose en el más joven de los clásicos de la novela negra española (Julián Ibáñez, Juan Madrid, Andreu Martín, González Ledesma, Manolo Vázquez Montalbán y compañía). Ahora acaba de llegar a su obra número 43, Cazadores en la nieve en la que demuestra una vez más por qué es uno de los mejores escritores de género negro de nuestras latitudes. La referencia inicial a Twin Peaks no és baladí. En esta novela breve publicada por Versátil en su colección off y que ganó en su día el premio de novela corta de la Diputación de Córdoba (el 2015), se produce el mismo efecto que en la serie mítica: la llegada de un forastero a una población rural en la que todo el mundo se conoce. Las similitudes con la serie continúan en el sentido que aunque estamos en una novela negra, lo más importante es conocer los entresijos de las relaciones humanas, el quehacer de los personajes, sentir la asfíxia de la nieve que siempre es menor que la asfíxia del pueblo, de la misma manera que los quehaceres del agente Cooper eran una excusa para hablarnos de pasteles de cereza y donuts de todo tipo.

Muñoz ha situado su obra en el Valle de Arán y además lo ha hecho en un pueblo inventado que es la esencia de todos los pueblos de la parte baja del valle, la que sigue el curso del Garona en su camino hacia el Atlántico, esa orientación atlántica que singulariza el Valle y que es clave en su aislamiento: el mal túnel de Vielha, el a menudo cerrado Port de la Bonaigua, lo que ha sido esencial para el mantenimiento del aranés y de toda una idiosincrasia particular que Muñoz recrea magistralmente en Cazadores en la nieve, desde el sustrato euskera del aranés y el catalán -especialmente vivo en topónimos araneses y de la Alta Ribagorça, hasta la captación de los flujos migratorios que hacen que en este pueblo convivan dominicanos, una uruguaya que regenta una librería, araneses de toda la vida, números de la Guardia Civil, Mossos de Esquadra, argentinos multilingües, vascos, una francesa insatisfecha y el forastero que acaba de llegar.

Con todos estos elementos y la nieve omnipresente en la novela, Muñoz construye un libro de alta intensidad psicológica, en la que todo se intuye pero en la que todo tarda en precipitarse hacia un final que no deja indiferente al lector y que tiene mucho que ver con la redención y el perdón. Y es que los dos protagonistas principales, el teniente Muñiz y el forastero, comparten un pasado en Bilbao en bandos enfrentados. El tema del terrorismo no es nuevo en la obra de Muñoz, ya lo habia utilizado en alguna ocasión, pero el enfoque en esta ocasión es mucho más intenso, mucho más interesante, las circunstancias son diferentes y el valle permite actuar como un microcosmos que es a la vez una alegoría del mundo entero.

Los cambios de focalización, la creación de un coro trágico que acompaña a nuestros protagonistas, el uso del tiempo verbal casi siempre en presente en un alarde técnico al alcance de pocos narradores y esa magnífica construcción de la presión psicológica, convierten a Cazadores en la nieve no en un libro recomendable, sino en un libro imprescindible para los amantes del género negro y de las historias bien contadas en general. El maestro Muñoz vuelve por la puerta grande, pero cabe recordar que jamás se había ido. Y aprovechar para felicitar a la editorial por la magnífica portada!

 

SEBASTIÀ BENNASAR.

Cazadores en la nieve

José Luis Muñoz

Versátil, 2016

207 páginas.

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