España es un país singular. Las memorias, biografías, autobiografías, epistolarios y otros géneros que indagan en la llamada literatura del yo jamás han tenido un gran éxito cuando los protagonistas han sido escritores. Existen excepciones, claro. De Hemingway, por ejemplo, nos han llegado obras fabulosas, pero porque Hemingway estuvo por estos lares. La biografía sensacional de Jim Thompson de Robert Polito tardó veinte años en traducirse. Vázquez Montalbán es otra excepción. Parece que el género se encuentre casi circunscrito a publicaciones de ámbito académico en el caso de los epistolarios (género en desaparición total porque nadie guarda ya los mails) o en los libros de más de 30 euros en el caso de las biografías, casi siempre de grandes personajes históricos o de escritores tratados por la mirada hispanista (caso de Ian Gibson hablando de Lorca, por ejemplo). Ante este panorama desolador -con la gran excepción de Andrés Trapiello que lleva publicados 19 volúmenes de su extraordinario dietario-, son muy pocos los escritores que dan al público sus papeles íntimos y son muy pocos los investigadores que preparan biografías para el gran público a no ser que medie un patrocinio institucional o efeméride conmemorativa.
Por eso es tan interesante la aparición de Por ahora, todo va bien, del maestro Andreu Martín, obra ganadora del premio Gaziel de Biografias y Memorias 2015 que hoy se le entrega en un acto en la fundación RBA, la editorial que ha editado el volumen de más de 300 páginas en el que Martín repasa su vida. Estos documentos son fundamentales para los trabajos posteriores que se puedan hacer sobre el autor a la hora de escribir su biografía o simplemente obras académicas sobre uno de los escritores realmente imprescindibles de la historia literaria de los últimos 45 años (si incluímos su etapa como guionista de cómic). Autor de novela negra, policíaca, de cómic, teatro, cine, televisión, literatura infantil y juvenil, Martín es el ejemplo de la tenacidad y la lucha por conseguir vivir de la literatura. Hay una frase en el libro que lo ejemplifica todo: “trabajo cada día porque como cada día”, que debería presidir las aulas de escritura creativa de todo el país.
El libro empieza recorriendo los orígenes familiares de Martín -los lectores de ese monumento literario llamado Cabaret Pompeya reconocerán perfectamente la vinculación entre vida y literatura- y luego los periodos formativos de infancia, adolescencia y primeros trabajos. La verdad es que esta primera parte se salva por las anécdotas divertidísimas y por la recreación de la España y la Barcelona del momento. Ojo, quiero que se entienda bien. Sería muy interesante si no viniera todo lo demás. Y todo lo demás es ni más ni menos que la forja de un escritor clave para los géneros populares en España. Casi nada.
Así, con Martín podemos recorrer las oficinas de Bruguera, empresa para la que trabajó diez años, nos paseamos por el Cadaqués más gamberro, reímos con los chistes lingüísticos, vivimos de primera mano la transición y descubrimos que esos guiones forjaron al gran novelista que es. Luego también asistimos a la forja del novelista, sus inquietudes, dudas, las amistades, el primer boom de la novela negra, la caída, la recuperación del género… descubrimos sus amistades y asistimos a las fuentes de las que bebió para crear obras míticas como Prótesis.
Las memorias sólo tienen dos fallos, a mi entender (a parte de algunas cuestiones de fechas como por ejemplo la datación de De mica en mica s’omple la pica, de Jaume Fuster, que es de 1972 y no de 1976, cuestión que no es baladí puesto que la obra en catalán de Fuster antecede en dos años a la mítica Tatuaje de Váquez Montalbán, que ya había leído la obra de Fuster cuando creó la suya). El primero es que el lector -y entiendo que puede haber muchos chicos jóvenes que aspiran a ser Andreu Martín puesto que la influencia del personaje Flanagan es tremenda- se queda con las ganas de saber algunos aspectos de las relaciones contractuales y la postura de Andreu respecto a la industria del libro, con la que se mostró muy crítico hace unos años incluso con vídeos publicados en youtube y con una web en la que se pueden comprar los libros descatalogados. La segunda es que no nos explica casi nada de la convivencia del autor con las dos lenguas en las que escribe, catalán y castellano, un tema muy interesante en el que no sabemos cómo es el proceso artesanal de la creación y la traducción y autotraducción cuando esta se produce.
¿Que quiere decir todo ello? Pues que las memorias son realmente adictivas en sus dos últimos tercios y que el lector que además tiene interés profesional todavía quiere saber más. Claro que es muy probable que ambas cuestiones estén resueltas en sus obras sobre el proceso de escritura y el fallo sea de este cronista por no haber podido asumir la lectura de todo lo que produce esta auténtica fábrica de letras de alta calidad llamada Andreu Martín. Felicidades al maestro.
SEBASTIÀ BENNASAR
Por ahora, todo va bien.
Andreu Martín.
RBA / La Magrana (en catalán).
367 páginas.