Laurentino Vélez vuelve a las páginas de Bearn Black, en esta ocasión para hablarnos de Obscena, la esperada antología pornocriminal preparada por Juan Ramón Biedma.
Por fin está en las librerías la anunciada antología de Juan Ramón Biedma, Obscena. Trece relatos pornocriminales (Alrevés, 2016). No hay duda que el texto ha sido esperado, suscitando no pocas expectativas a la luz del carácter sugerente de su título y de la problemática que insinúa, hasta la fecha poco tratada de forma directa y abierta en el ámbito del “Noir”: las estrechas relaciones entre el deseo, el placer y el crimen. En suma, el viejo mito occidental recreado por la tradición freudiana en torno a Eros y Tánatos , a la pulsión sexual y el instinto de muerte que la circunscribe.
El punto de inicio de la antología rompe esquemas y mitos en torno a los tradicionales ideales sobre el sujeto erótico masculino, otorgándole a la fealdad su lugar como fuente de atracción sexual, pasión, celos y crimen. Otros amalgaman rock and roll, sexo y drogas en una suerte de relato que mezcla delirio y surrealismo. No faltan autores que combinan ciencia ficción y terror y donde el deseo sexual se confunde con la deshumanización cibernética. Como no podía ser menos, pueden encontrarse igualmente contribuciones que introducen aspectos de la estética y el ritual sadomasoquista con fondos zoofílicos. No faltan a la cita los relatos dominados por el fetichismo, lo talismánico, misterioso y fantástico, con pinceladas narrativas del gótico y donde se destilan la reversión de las formas de dominación en el sexo y las partes extrañas e inexploradas del placer corporal y orgásmico. La relación entre sexo y mística planea también por la antología desde la mórbida ambientación de los campos santos. Tema recurrente en la tradición psicoanalítica, Edipo asoma también el hocico. La ambientación social lumpen, la bisexualidad masculina y el chaperismo,así como el universo de los artilugios eróticos sustitutivos de los placeres estrictamente coito-céntricos hacen a su vez acto de presencia en un estilo narrativo en la línea del domestic-Noir. El porno “amateur” con fondo de canibalismo se desprende también entre el repertorio de textos, así como el crimen y la muerte como consecuencia del amor y el deseo no correspondidos. El acoso, la venganza, las pulsiones reprimidas bajo una puritana abstinencia y las fantasías sexuales necrófilas constituyen el último eslabón de una antología en la que se deslizan a veces la ironía y el humor negro.
La virtud de una antología, sea en el orden de lo ficcional, lo poético o lo teórico, consiste siempre en que el impulsor de la misma consiga que el conjunto de las contribuciones constituyan una unidad coherente en torno a un tema o serie de temas. Parece que la compilación de Juan Ramón Biedma cuadra con ese requisito. Arduo sería aquí analizar los relatos uno a uno, dado que se definen por su diversidad estilística, los distintos perfiles intelectuales de los autores, así como por un grado variado de valentía y ambición en las narraciones.
Como resulta normal en un volumen donde los ritmos son dispares, no todos los escritos ejercen el mismo magnetismo, ni destilan equivalente originalidad y en algunos casos hacen incluso gala de una cierta pereza imaginativa respecto a la problemática original establecida por el antólogo. Cabe sin embargo advertir contra las tentaciones, al otro lado de la orilla, de someter la antología a una colección de acosos y críticas, cuando hay que reconocerle al conjunto de la obra la virtud de la pluralidad y el mérito común de romper con las establecidas normas narrativas respecto al tratamiento del deseo sexual. Pese a que no todos los autores parecen haber empatizado al unísono con la evidente voluntad transgresora del antólogo, es de recibo puntualizar que no falta ambición renovadora.
No cabe duda en cualquier caso de que la antología sacudirá el espíritu de los lectores “bienpensantes” y acostumbrados al vainillero, pánfilo y conformista hetero-normativismo que ha planeado siempre por encima de las tramas de género negro. A ese respecto, es indiscutible que la obra se revela atrevida, al menos en comparación al ridículo “decentismo” de algunos autores de género negrocriminal, proclives a introducir en sus tramas idilios amorosos inspirados en la novela rosa más barata. La antología también parece revelarse alternativa frente a otras plumas del negropolicial, quizás más zafadas en relación a la ilustración de las escenas explicitas de sexo, pero tendentes a jugar la carta facilona de la prosa soez y esto en base a viejos estereotipos e ideas recibidas en torno a la sexualidad, tanto masculina como femenina.
Dicho esto, corresponde al lector hacer su propio juicio y encontrar a través de los distintos autores y relatos la respuesta a sus inquietudes intelectuales y literarias. Por supuesto también a sus propias, ocultas e inconfesables fantasías. Decía precisamente el antólogo, Juan Ramón Biedma, que la virtud de un texto que gire en torno al sexo estriba en cumplir con su función “alucinatoria”. Es decir, darle libre curso a nuestros reprimidos y delirantes deseos. No existe ninguna sombra de duda de que será así.
LAURENTINO VÉLEZ-PELLIGRINI