ALGUNOS APUNTES SOBRESI NO, LO MATAMOSDE ROSA RIBAS

ribas

Laurentino Vélez vuelve a las páginas de Bearn Black con esta reseña.

Rosa Ribas no necesita apenas ningún comentario respecto a su trayectoria, dado de que se trata de una de las autoras con mayor reconocimiento en nuestro país en el ámbito de las series policiales. Su notoriedad como escritora es deudora del popular personaje de la Comisaria Cornelia Weber-Tejedor y también de su conocido  tándem con la escritora alemana Sabine Hofmann. Esto sin olvidar algunas facetas narrativas al margen de la novela policiaca y de la que es un buen ejemplo, entre otras obras, Pensión Leonardo (Siruela,2015). Un magnifico homenaje al mundo inmigrante de los años 60 que reflejó la dimensión más social de la producción literaria  de Rosa Rivas, aunque no siempre comentada como se lo habría merecido e incluso, en algunos casos, injusta y peyorativamente tildada de “costumbrista”. Antigua musa  del sello Siruela, hoy forma parte del grupo editorial Penguim Random House, en el que ha aparecido  su última obra “ Sí no, lo matamos” ( Grijalbo, 2016)

Frankfort, un abogado de clase media es secuestrado al dirigirse a su trabajo, pero liberado con posterioridad tras pagar su esposa un rescate. Un caso similar acaba de producirse unas semanas antes respecto a otro profesional de idéntico medio social y vinculado por lazos de amistad a la víctima del primer secuestro. Los métodos de la banda parecen bastante rudimentarios y amateurs, a la vista de las magras cantidades de dinero reclamadas por los secuestradores y de la inmediatez con la que suelen liberar a sus rehenes. Encargada de la investigación, la comisaria Cornelia Weber-Tejedor y sus compañeros apuntan sus sospechas  hacia las bandas latinas, dado que los métodos guardan una curiosa similitud con el arraigado fenómeno de los “secuestros rápidos” en el continente latinoamericano. Al tiempo, y contra todo pronóstico, se producirá un nuevo secuestro. Los investigadores intentan encontrar vínculos entre los tres casos. Sin embargo, cunde el desaliento al comprobarse  que los métodos utilizados por los últimos secuestradores se diferencian de forma sustancial: la víctima es un acaudalado empresario del sector inmobiliario y la cantidad exigida para la liberación del rehén se revela de alto voltaje. El equipo de investigación que lidera la comisaria Weber-Tejedor comprende que se enfrenta a auténticos profesionales del crimen organizado y que esta vez, la vida  del rehén está muy seriamente en peligro. El caso tiene además un particular peso en el estado anímico de la comisaria Weber-Tejedor. En efecto, los tres secuestros le devuelven a la memoria un traumático recuerdo de infancia que la va a perseguir a lo largo de toda la investigación.

A excepción de algunas pinceladas, la trama no destila una especial originalidad. Sin embargo, sería injusto descontextualizar el hecho  de un clima dominado por la saturación de títulos y el agotamiento de los  yacimientos del imaginario ficcional del género negrocriminal. El sentido de la ponderación, es decir, la capacidad de no deslizarse hacia el elogio exagerado ( como lo han hecho algunos bloggers) o por lo contrario, hacia la pura demolición malintencionada, (a la que se han prestado en cambio  otros foros), reclama el análisis pausado de una obra  rodeada de luces y sombras.

Inscrita mucho más en el género policial que en el “Noir”,  Ribas dosifica sin embargo los aspectos procedimentales y esquiva el habitual “buenísmo” sobre el universo formal e institucional de las fuerzas del orden. La diversidad de los personajes, donde dominan perfiles y temperamentos  policiales dispares, a la vez que posicionamientos políticos e ideológicos a veces muy encontrados, le otorga a Rosa Ribas el mérito de no caer en lo apologético y apostar por la verosimilitud. Por otra parte, la ambientación de la obra recoge mucho  de esa estética austera, pero al mismo tiempo muy realista, del universo cultural germano. Lo que  puede computarse como mérito de la novela, sobre todo frente al exceso de ornamento que caracteriza a algunas obras españolas, con las referencias siempre clavadas en los aspectos más estrambóticos  de la novela norteamericana actual.  En ese sentido, la obra de Ribas se revela singularmente europea.

La novela no pierde de vista una dimensión social que encuentra sobre todo configuración a través del propio periplo  de la comisaria Weber-Tejedor. La experiencia inmigratoria española en Alemania, los problemas de integración, el biculturalismo, el mestizaje, las distancias inter-generacionales, pero también la añoranza por las raíces culturales y el sentimiento de desarraigo,  ocupan un lugar determinante dentro del contexto familiar de Cornelia. La cuestión intimista del sufrimiento ante la vejez y la enfermedad de los seres próximos también se desliza en la experiencia de la comisaria. La obra no solo destila la parte más humana de su protagonista, sino que además hace reposar todo el valor de la misma sobre ella. Existen casos en los que el personaje está subordinado a la trama y otros en el que es ésta la que lo está frente al personaje protagonista. No cabe duda de la obra de Ribas responde a la segunda modalidad.

La extensión de la obra se antoja en exceso generosa en relación a la relevancia de la  historia que plantea, pero la prosa amena y ligera de Ribas asegura sin duda la paciencia del lector. Lo que no significa que no exija por momentos cierta pausa, distanciamiento y reanudación. Particularmente, siempre he considerado que el buen lector es el que no  se deja embaucar por el inicial “ganche” o falta de él de una novela, sino el que sabe gestionar sus intermitentes grados de motivación o desmotivación a lo largo de la lectura.  Ninguna obra puede ser valorada de forma equitativa sin mirarla en su globalidad. La novela de Ribas alberga sus pros y contras, dado que la fuerza de los aspectos simbólicos, culturales, representacionales y emocionales contrasta con el magnetismo más que matizable de la trama.

Para desconcierto de algunos de sus lectores, entre ellos, un servidor, Rosa Ribas parece haber apartado de forma temporal esa interesante y nueva trayectoria que había emprendido con Pensión Leonardo, volviendo, sin duda para alegría de otros, a una serie “Weber-Tejedor” que la autora había dado a entender por finiquitada. Dicho  esto y con la venia de los ortodoxos de los encasillamientos, sería de lamentar que una gran escritora que ha demostrado sus enormes potencialidades narrativas en otras facetas,  optase por volverse rehén de su criatura  y ello por el solo hecho de querer protegerse en el terreno seguro del éxito comercial garantizado por un público más o menos fiel. Un autor ha de saber poner límites a la longevidad literaria de sus personajes por muy carismáticos que resulten, sobre todo a riesgo de convertirlos en víctimas de su propio éxito cuando el mercado termina por manifestarse bajo su rostro más cruel. Aquellos que hemos seguido la trayectoria de Ribas y viajado por algunas de sus otros caminos narrativos, sabemos que su última obra no es la que mejor testimonio da, ni más honor brinda a su talento y potencialidad como escritora, así como tampoco a la indiscutible singularidad de su perfil  intelectual.

 

LAURENTINO VÉLEZ-PELLIGRINI