Juan Laborda reconstruye con una habilidad pasmosa la vida en una no tan apacible pedanía Mediterránea donde la línea entre la vida y la muerte es tan borrosa como la senda de las olas en la playa
Me gustan las novelas ambientadas en los pueblos costeros cuando el verano ya ha pasado y los turistas -sean nacionales o extranjeros- han abandonado sus tumbonas en la playa, sus quemaduras de hoy, futuros cánceres de piel del mañana, y sus jarras de sangría y raciones de paella que confiman que quien tiene el paladar enladrillado nunca encontrará un buen desenladrillador… Me gustan los pueblos de costa cuando se acaba el verano y empieza la vida real, y por eso, la novela de Juan Laborda tenía un plus añadido antes de empezar su lectura. Empezando por el título y continuando por la imagen de la cubierta -esta vez los chicos de Alrevés sí que han acertado después de algunos desatinos que hacen añorar aún más sus diseños iniciales- todo está predispuesto para que la novela te guste. Y llega el momento temido, el de abrir la primera página. Porque cuando las expectativas son tan altas, es muy fácil llearse la hostia que te las baje al suelo.
Y es fantástico descubrir que no, que a lo largo de las siguientes 250 páginas un tipo sabio llamado Juan Laborda tiene la rara virtud de transportate hasta el litoral levantino y hacerte partícipe de la parte inherente del mal, de la venganza, de la esperanza y del amor. Y además de hacerlo con un estilo propio, con una escritura que es un puro goce para los sentidos y de un campo tan vasto de posibilidades lectoras que hay que quitarse el sombrero y saludar Paraíso imperfecto como lo que es: una extraordinaria novela en la que los elementos negros tienen una importancia fundamental en la estructura, pero que va más allá en la búsqueda de una nueva novela social y política poco practicada en nuestros lares y que Laborda ha conseguido crear a la perfección.
El arranque de la novela es espectacular y poco podemos explicar para no desvelar nada clave en la trama. Simplemente quédense con esas tres páginas y un párrafo y si conocen a profesores de escuelas de escritura o similares -ahora todos los juntaletras nos dedicamos a crearnos más competencia porque esas clases son de los pocos oficios vinculados con el mundo del libro que permiten pagar alguna factura a final de mes- díganles que es un magnífico ejemplo de arranque de novela y de creación de tensión literaria.
A partir de aquí Laborda ha optado por engarzar técnicas de novela coral con técnicas de novela de personaje y ha creado un perfecto mosaico en el que todo y todos encajan a la perfección. Hay cinco personajes clave en todo el asunto: Jaume, un policía local con muchos secretos en sus espaldas; Uca, una joven de estética punk con pasión por el cine; Torner, un hombre maduro acechado por las desgracias y que pierde un hijo; Julio Malagón, un personaje tan bueno que da rabia que no sea propio; Olmeda, antiguo púgil reconvertido en informático. Y hay una galería de secundarios y terciarios que consiguen que esa pedanía mediterránea, Albessora, se convierta en un lugar universal: un alcalde más o menos corrupto, un concejal ligón, una família magrebí sobreviviendo de una pequeña explotación agrícola con una hija muy guapa y un chico muy colgado de ella, un pintor de brocha gorda muy guapo, otros policías municipales, un pub llamado Dublineses, una estripper, una actriz venida a menos, una prostituta en busca de un futuro, un empresario de la baldosa, una anciana superviviente de un campo de concentración… a partir de aquí y con los referentes paisajísticos que aporta Laborada que cada cual juegue a buscar la ubicación exacta del paraíso imperfecto más allá de la novela.
La sucesión de capítulos muy breves, la estructura de la obra en tres partes, y la calidad de la prosa y del fraseo -Laborda es un maestro de las comparativas y las metáforas- convierten la lectura de esta novela en un placer en todos los sentidos. Pero es que además Laborda es un maestro de la referencialidad: así pues, películas de cine, libros de historia -sensacional el rescate de Guy Debord-, novelas, pinturas, se dan la mano en un juego en el que el autor nos muestra sus gustos, sus pasiones y enriquece a sus lectores.
En el fondo de todo, esta es una novela sobre la venganza. Sobre la paternidad. Y sobre los sueños y las utopías. Algo así como El conde Montecristo del siglo XXI. Malagón es un perfecto abate Faria y Torner un Edmundo Dantés. Pero que nadie se confunda, esta es también, una novela de perdedores que por un momento se han sentido tentados por esquivar los golpes del destino. Y quizás alguno lo consiga: los grandes boxeadores son los que tienen un gran juego de piernas para esquivar y entereza para fajar.
SEBASTIÀ BENNASAR