PETRÓLEO EN VENA

“Ya no quedan junglas adonde regresar”, de Carlos Augusto Casas, es una novela negra mayúscula. Imperdible

Háganse todos ustedes un favor. Abandonen las vacaciones, si tienen la suerte de estar ya instalados en ese maravilloso periodo del dolce far niente, o abandonen sus obligaciones y vayan corriendo a su librería de guardia a comprar immediatamente Ya no quedan jungals adonde regresar, la novela de Carlos Augusto Casas que ganó el VI Premio Wilkie Collins de Novela Negra y que ha publicado MAR editor. Ya me lo agradecerán después de la lectura, porque ustedes se habrán reconciliado por fin con la novela negra y además con la novela negra española. E incluso es posible que alguno de ustedes resuelva por fin la jodida pregunta de ¿Qué es novela negra?. Esto es novela negra, de la de verdad (inciso, si a usted le gustan las novelas de Camilla Lakberg o las de Donna Leon siga tranquilamente con sus vacaciones, el caviar no es para usted).

Si ustedes sobreviven a la portada (es lo único malo de la novela, porque el interior del libro está impecablemente maquetado) se encontrarán con un prólogo de página y media del maestro Julián Ibáñez. Y entenderán muchas cosas. Entendarán que Carlos Augusto Casas (Madrid, 1971, escritor y periodista y responsable de la colección Estrella Negra de Cuadernos del Laberinto) escriba como escribe siendo el editor del mejor autor de novela negra de España y uno de los mejores en lengua castellana. Entenderán que esta novela está muy por encima de la media de los que se publica en España y entenderán por qué esta mañana a las cinco estaba leyendo compulsivamente esta joya.

La historia es simple: anciano de setenta y pocos enamorado de una prostituta de la calle Montera con quien habla todos los jueves empieza a perseguir a los cuatro abogados que se la han llevado para una fiesta particular de la que la chica, Olga, no vuelve. Si nada que perder. Con todo por ganar, el viejo empieza una partida contra el destino en la que tal vez tenga una buena mano. Si Teo el Gentelman es una magnífica creación literaria, lo cierto es que no lo sería tanto si no tuviese una buena comparsa creada por el Tigre, un proxeneta rumano; Herodes y el Chapas, y sobretodo la inspectora Iborra (esperemos que crezca hasta el infinito y más allá en futuras escrituras de Casas), y sin toda esa mugre del centro de Madrid y el impagable Mazas.

Carlos Augusto Casas ha decidido optar por el capítulo muy corto, por la descripción de la escena, por diálogos de clásico y por una trama eficaz. Todo ello arma un artefacto literario de una potencia inusitada, una novela hipnótica que hace que el lector se sienta abducido por unas páginas en las que abunda la piel de viejo cuarteada, las pensiones de mala muerte, los ancianos que se gastan la pensión en putas y luego rebuscan en los desperdicios del supermercado, la puta vida, en definitiva. Si alguien quería una novela negra social, esta es como Emile Zola en vena, solo que los temas que trata se ven poco: nadie habla con tanta crueldad y con tanta lucidez sobre la soledad y la vejez como Carlos Augusto Casas,

Y luego, además, están los homenajes. Los cinematográficos y los literarios. Están ahí, agazapados, esperando detrás de la esquina a que el lector los descubra para tener la sensación que pertenece a una secta de iniciados que va desde Star Wars a Tarantino pasando por Sam Peckinpah y que tiene un cameo estelar del maestro Ibáñez en forma de novela para moribundos. Todo sin salir de Madrid, de ese Madrid devastado de Montera y de la colonia Marconi y de ese Madrid de postín de los grandes despachos de abogados o de las viviendas con jardín. Carlos Augusto Casas ha escrito una novela impecable e imprescindible, que si este fuese un país normal estaría nominada en todos los grandes premios de novela negra y se llevaría más de uno. Y no, no se pregunten si este es un país normal. Lo dicho, salgan corriendo a buscarla.

SEBASTIÀ BENNASAR.

Ya no quedan junglas adonde regresar

Carlos Augusto Casas,

MAR Editor

Marzo de 2017.