Cubelles Noir, el festival de novela negra que dijo “No tenim por”

Empar Fernández y Margarida Aritzeta se llevan los premios a mejor novela de 2016 en castellano y catalán

Uno de los momentos estrella del festival: Empar Fernández recibiendo su premio.

El festival Cubelles Noir de 2017 será recordado por todos por las trágicas circunstancias en las que se ha desarrollado. La inauguración el jueves coincidió con el brutal atentado en Barcelona y durante mucho tiempo se sufrió por la posible suspensión de las actividades -hecho que habría supuesto un error mayúsculo por parte del consistorio puesto que ante la barbarie lo que hay que hacer es continuar la vida con la máxima normalidad posible sin dejar de expresar el dolor-, pero el viernes, después de la concentración en homenaje a las víctimas de terrorismo y de condena de los hechos, se retomaron las actividades, que vivieron su momento álgido el sábado por la noche con la concesión de los premios a las mejores novelas negras escritas por mujeres en 2016 en castellano y catalán, galardones que obtuvieron respectivamente Empar Fernández por “Maldita Verdad” (Versátil) y Margarida Aritzeta por “Els fils de l’aranya” (LLibres del Delicte).

Cubelles Noir, ha conseguido demostrar que el género negro admite debates infinitos y coherentes siempre y cuando desde la organización se piensen las mesas con sentido y propósito y, lo más importante, que la cultura siempre está por encima de la barbarie. Una de las pruebas es la serenidad absoluta con la que se desarrollaron las jornadas y, sobretodo la cerrada ovación que se llevó Rafa Melero por su presencia en Cubelles el sábado por la tarde después de haber estado durante tres días coordinando el dispositivo de Mossos de Esquadra en la comarca de la Noguera y casi sin haber dormido.

Por los sofás de Cubelles Noir pasaron una gran cantidad de autores y autoras que escriben en catalán, euskera y castellano y que demostraron que en estos momentos el género negro en las tres lenguas está pasando por uno de sus momentos creativos más emocionantes y de mayor calidad media y diversidad de propuestas. El festival empezó fuerte, atacando la línea de flotación de uno de los personajes más emblemáticos de la novela negra: Pepe Carvalho. Fue en la mesa sobre personajes seriales, en la que también se criticó duramente a Donna Leon por Guido Brunetti. Es solo uno de los ejemplos de que en este tipo de encuentros hay cargas de profundidad muy interesantes que hacen que la reflexión, siempre que esté justificada y argumentada, sea una aportación que sirve para abrir nuevos caminos y posibilidades, lo que enriquece el futuro del género.

Es imposible resumir en este intento de crónica lo que ha sido Cubelles Noir. Deberíamos haber reportado cada una de las mesas, reto que nos proponemos para el año que viene, cuando ya esté inaugurado el teatre de l’Aliança y desde sus salas podamos colgar los textos mediante una wifi potente, tal vez el único pequeño fallo del Centre Social de Cubelles, que se quedó pequeño en algunos momentos. Pero la verdad es que Cubelles Noir es un festival que hay que vivir, con el sudor intenso que provoca la humedad de agosto, con los abrazos, los reencuentros, los besos, las desvirtualizaciones. Con los brindis en el Armengol, con sus ventiladores de techo, sus bocadillos fascinantes, las mesas con solera, la terraza buscada, la cerveza bajando por el gaznate, con los amigos antiguos, los nuevos, los que vendrán. Cubelles Noir es un festival especial en el que se pasa del euskera al catalán hablado en todas sus variantes dialectales y de ahí al castellano en esa gran familia que han conseguido unir a su alrededor el comisario Xavier Borrell y toda su gente, Marià, Cruce, Charo, el gran Agustí, Mar, Yoli, y los que nos dejamos porque ese es el riesgo de las enumeraciones, que como los gintónics es mejor no contar. Cubelles Noir es leerse La chica que llevaba una pistola en el tanga, de Nacho Cabana, en una habitación desvencijada del hostal Foix y saber que lo que jode es que una novela tan buena ya esté descatalogada dos años después, es abrazar a Paco Gómez Escribano, compartir camiseta con Jordi Ledesma, partirse de risa con las imitaciones de Nieves Abarca, reencontrarse con Santi Álvarez y lamentar que no haya traido la guitarra, hablar de Saramago  un largo rato con Raquel Gámez, sufrir por no poder dar tres premios, ocho, veinte, porque hay mujeres de un talento enorme como Esperança Camps o Núria Cadenes o Silvia Mayans que se lo merecen todo y más, es volver a reír con Anna Maria Villalonga y Marc Moreno, saber que Ilya Pérdigo, uno de los chicos de Alrevés, nunca deja al equipo en la estacada, vislumbrar tres minutos de color con Pere Cervantes, llorar en un minuto de silencio y agradecer desde el silencio el trabajo de Rafa Melero y de todos los Rafas Meleros que se están dejando la piel para que la cultura siempre gane a la barbarie. Es formar parte de una gran familia, la de los nombrados en el texto y la de los abrazados con la piel.

Cubelles Noir es ver salir el sol desde la playa antes de volver hacia Mallorca y saber que ese sol ilumina el talento de unos maravillosos escritores que además son tipos y tipas cojonudos que escriben como los ángeles historias del puro infierno. Y que puedo decir que son mis colegas, mis amigos, mis hermanos de tinta. Cubelles noir es el festival que no tiene miedo porque el espíritu de Charlie Rivel está con nosotros.

SEBASTIÀ BENNASAR